VIVIR DE LA POLÍTICA HOY ES SER, COMO MÍNIMO, CÓMPLICE DEL MAL. (Porque se puede ser encubridor o autor de gravísimos delitos). Por Carlos Garcés.
VIVIR DE LA POLÍTICA HOY ES SER, COMO MÍNIMO, CÓMPLICE DEL MAL. (Porque se puede ser encubridor o autor de gravísimos delitos). Por Carlos Garcés.
No me cansaré de repetirlo, con el mal no se pacta, no se le da voz, no se puede convivir con él ni en un parlamento, ni en una cafetería, ni en un debate televisivo. Quien lo hace, aunque pretenda justificarse, se convierte en su aliado.
HOY, QUIÉN PERMANECE EN POLÍTICA ES INDIGNO. No hay excusas, no hay matices, no hay justificación posible. Es indigno porque convive con el mal, negocia con él, lo legitima y le abre las puertas del poder.
El mal no está oculto, no actúa en la sombra; tiene nombres y apellidos y está sentado en los Parlamentos, en el Gobierno Central, los Gobiernos autonómicos, provinciales y locales, en los platós de televisión, en las tertulias y en los canales informativos de Internet que le dan voz, lo maquillan y lo convierten en “opinión respetable”. ¿Cómo puede alguien digno participar en ese teatro nauseabundo? No puede. No debe. Y quien lo hace, se convierte en cómplice.
¿De qué mal hablo? Del que lleva años socavando los cimientos de nuestra sociedad bajo un disfraz de modernidad:
El ABORTO, que convierte en “Derecho” el asesinato del más indefenso.
La EUTANASIA, que disfraza de “muerte digna” el desprecio absoluto a la vida y a los más vulnerables.
La IDEOLOGÍA DE GÉNERO, que destruye la naturaleza humana, desfigura la familia y corrompe a los niños.
Y mucho más. En definitiva, la criminal y genocida AGENDA 2030 en su totalidad, un proyecto globalista que, bajo palabras engañosas como “sostenibilidad” o “igualdad”, busca la disolución de naciones, la manipulación de conciencias y el control absoluto de nuestras vidas.
Y frente a todo esto, los políticos se sientan, negocian, pactan, sonríen y cobran. NINGUNO ES INOCENTE. TODOS PARTICIPAN DEL MISMO CRIMEN. Incluso aquellos que se presentan como “oposición” forman parte del decorado que mantiene vivo al monstruo.
La política actual no es un servicio al bien común, es un negocio inmoral donde se venden principios y se compran conciencias. Un hombre o una mujer dignos no pueden estar ahí. No pueden aceptar su sueldo, no pueden aceptar sus reglas, no pueden participar en su mentira.
Pero hay más, los medios de comunicación son el otro brazo del mal. Televisiones, radios, periódicos, plataformas digitales y canales de Internet que abren micrófonos al enemigo, que dan tribuna al destructor, que convierten el crimen en debate y la mentira en noticia.
Con el mal no se debate. Con el mal no se le da voz. Con el mal se le combate hasta silenciarlo y erradicarlo. Y a todos aquellos que lo hacen posible hay que detenerles y ponerles a disposición judicial.
El mal no se combate con pactos, se destruye.
El mal no se tolera, se enfrenta con decisión y sin miedo.
El mal no se invita a “mesas de diálogo”, se señala, se denuncia y se elimina.
Hoy, más que nunca, ser digno es no formar parte de esa maquinaria de corrupción y muerte. Ser digno es alzar la voz fuera del sistema, enfrentarlo cara a cara y negarse a ser su cómplice.
Y nosotros tampoco podemos colaborar con él.
No podemos ser parte de su engranaje.
No podemos mantenerlo vivo con nuestro silencio, con nuestra pasividad… ni con nuestro voto.
Votar es prolongar el poder de un sistema político e institucional criminal y genocida .
Participar en su juego es reforzar las cadenas que nos oprimen.
La única opción digna es no sostener al sistema que destruye la vida, la verdad y la libertad.
Porque con el mal no hay término medio: o lo destruyes o lo alimentas. Y alimentarlo es ser parte de él.
Y lo más grave es que todo esto ya deberíamos saberlo hace tiempo.
28 de agosto de 2025.


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