El Juicio de Sócrates.


El Juicio de Sócrates:

En el año 399 a.C., en Atenas, Sócrates fue acusado de corromper a la juventud y de impiedad, es decir, de no reconocer a los dioses del Estado y de introducir nuevas divinidades. Los cargos fueron presentados por tres ciudadanos atenienses: Meletos, Ánito y Licón. Sócrates, que había pasado su vida enseñando a través del diálogo y la crítica, interrogando a los ciudadanos de Atenas sobre su conocimiento y sus valores, se había ganado muchos enemigos debido a su método de hacer preguntas profundas que dejaban al descubierto la ignorancia de las personas.

A pesar de las acusaciones, Sócrates no intentó defenderse en el sentido tradicional. En lugar de suplicar por su vida o ofrecer disculpas, Sócrates utilizó su juicio como una oportunidad para enseñar y para reafirmar sus principios filosóficos. Él declaró que, lejos de corromper a los jóvenes, su papel en la sociedad era esencial porque los desafiaba a pensar críticamente y a no conformarse con las creencias tradicionales sin examinarlas. Comparó su rol con el de un “tábano”, cuya picadura mantenía despierto al caballo (Atenas), que de otro modo caería en la complacencia.


Una de las partes más dramáticas del juicio fue cuando Sócrates, en su famosa Apología, afirmó que “una vida sin examen no vale la pena ser vivida”. Esto reflejaba su convicción de que el cuestionamiento filosófico era fundamental para llevar una vida auténtica y plena. A pesar de su elocuencia y valentía, el jurado, compuesto por 500 ciudadanos atenienses, lo declaró culpable.

Cuando se le pidió que propusiera una pena alternativa, Sócrates, en lugar de sugerir el exilio o una multa, propuso que se le diera una pensión vitalicia, ya que creía que había sido un benefactor para Atenas. Esta sugerencia fue tomada como un insulto por el jurado, lo que lo llevó a ser condenado a muerte por envenenamiento con cicuta.

La muerte de Sócrates:

Tras la sentencia, Sócrates pasó sus últimos días en prisión, rodeado de sus discípulos más cercanos, como Platón y Critón. En lugar de escapar, como le sugirieron algunos de sus amigos, Sócrates decidió aceptar su destino, reafirmando su creencia en las leyes de Atenas y en el cumplimiento de la justicia, incluso si esta le costaba la vida.

El día de su muerte, Sócrates bebió la cicuta, permaneciendo sereno y filosófico hasta el final. Según el relato de Platón en el Fedón, sus últimas palabras fueron dirigidas a su amigo Critón:

“Critón, le debemos un gallo a Asclepio. Págaselo, no te olvides.”

Este enigmático mensaje ha sido interpretado como un reconocimiento de la muerte como una liberación o cura para el alma, en consonancia con su filosofía sobre la inmortalidad del alma y la trascendencia.

Lección filosófica:

El juicio y la muerte de Sócrates son un ejemplo de la fuerza de los principios filosóficos frente a la injusticia. Sócrates demostró con su vida y su muerte que la búsqueda de la verdad y el examen de uno mismo son más importantes que la supervivencia física. Aceptó su destino con dignidad, reafirmando su compromiso con la filosofía hasta el último momento.

Este episodio ha inspirado a innumerables generaciones de pensadores y es uno de los hitos más importantes de la historia intelectual de Occidente.


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"SENATOR". Carlos Garcés.

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