LA GRAN JAULA HUMANA: POR QUÉ LA RESIGNACIÓN NO ES DE DIOS. Por Carlos Garcés.

 


LA GRAN JAULA HUMANA: POR QUÉ LA RESIGNACIÓN NO ES DE DIOS. Por Carlos Garcés.

Hay momentos en la vida en los que uno debe hablar claro, aunque incomode. Y hoy quiero exponer una idea que llevo mucho tiempo meditando. 

Si observamos el mundo tal como es, sin filtros religiosos ni discursos de consuelo, debemos admitir que la existencia Humana se parece demasiado a una granja.

Y esta reflexión no busca negar a Dios; busca despertar conciencias adormecidas por la resignación.

1. Vivimos como animales en una granja diseñada para el sufrimiento

Si miramos el mundo con honestidad, lo que vemos es inquietante.

El Ser Humano entra en la vida sin ser consultado, crece bajo presiones constantes, sufre pérdidas inevitables, vive rodeado de injusticia, y antes o después es destruido por la enfermedad, el tiempo o el azar.

La imagen es dura, pero real: somos como cerdos en una granja, alimentados apenas lo necesario, vigilados, utilizados y, finalmente, sacrificados.

Y este sistema no parece un accidente.

Tiene la lógica de un diseño en el que el dolor y la muerte no son anomalías, sino parte estructural de la maquinaria del mundo.

¿Encaja esto con un Dios puramente benévolo?

Cuesta afirmarlo.

2. La injusticia no es la excepción: es el patrón.

Si hubiera un orden divino que velara por el bien, ¿cómo se explica que los justos sufran y los despreciables prosperen?

¿Cómo se sostiene que la nobleza retroceda mientras la corrupción avanza sin freno?

¿Cómo se entiende que lo bueno se debilite y lo maligno parezca fortalecerse, año tras año, como si nada pudiera detenerlo?

No hablamos de episodios aislados.

Hablamos de una ley no escrita, de un patrón universal que acompaña a la humanidad desde siempre.

Y frente a ese patrón, la respuesta tradicional ha sido siempre la misma: resígnate, obedece, confía.

3. La religión institucional ha convertido la fe en una fábrica de obediencia.

Aquí está el núcleo del problema:

Las religiones, en lugar de impulsar a las personas a cuestionar el mal, han enseñado a normalizarlo.

“Sufre en silencio, Dios sabrá por qué.”

“No te rebeles, tu recompensa llegará en la otra vida.”

“No luches, confía.”

"Nada podemos cambiar".

Con estos mensajes, millones de personas han aceptado injusticias atroces como si fueran parte natural de una supuesta voluntad divina.

La resignación, bajo apariencia de virtud, se ha convertido en el alimento del sistema, en la garantía de que la granja humana siga funcionando sin resistencia.

Y esto no tiene nada que ver con Dios.

Tiene que ver con el poder.

4. ¿Y Dios? DIOS NO QUIERE ESCLAVOS: QUIERE REBELDES 

Aquí viene mi posición personal, que defiendo con serenidad.

Yo sí creo en Dios.

Pero no creo en un Dios que quiera súbditos resignados, dóciles, incapaces de levantar la voz ante la injusticia.

Si Dios existe, y yo creo que sí, entonces su voluntad no puede ser la pasividad.

Su voluntad solo puede ser la lucha, la claridad moral, la dignidad, la resistencia frente al mal.

Por eso afirmo, sin miedo:

Aceptar el mundo tal y como es, sin cuestionarlo, sin combatir su injusticia, sin rebelarse, eso sí que sería OFENDER A  DIOS.

El Ser Humano no está hecho para la jaula ni para el pesebre.

Está hecho para romper las cercas.

Conclusión: DESPERTAR, REBELARSE, DESOBEDECER 

Si este mundo se parece tanto a una granja es precisamente porque millones de personas han renunciado a su libertad interior, entregándola a instituciones, partidos, dogmas y “autoridades” que no merecen tal nombre.

La fe verdadera, la que no es ciega ni servil, no se demuestra obedeciendo al poder, sino plantándose frente al mal, venga de donde venga.

Creer en Dios no es inclinar la cabeza.

Creer en Dios es levantarla.

Y cuando uno levanta la cabeza, descubre algo esencial:

SIN REBELDÍA NO HAY DIGNIDAD, Y SIN DIGNIDAD NO HAY HUMANIDAD.

Carlos Garcés.
7 de diciembre de 2025.










"SENATOR". Carlos Garcés.

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