Padre Javier Olivera Ravasi.
Vivimos tiempos extraños. Tiempos en los que se ha confundido la bondad con la blandura, la educación con la sumisión, la sensibilidad con la renuncia a la propia identidad. Tiempos en los que se nos pide, casi como mandato cultural, que el hombre se desdibuje, que renuncie a su carácter, a su fuerza interior, a la firmeza que sostiene familias, proyectos y destinos.
Por eso, cuando escucho reflexiones como las del Padre Javier Olivera Ravasi en este vídeo, uno toma aire. Porque sin necesidad de estridencias, ni de discursos altisonantes, recuerda algo esencial: ser hombre implica ser responsable, ser coherente y saber cargar con el peso de la vida sin entregarse a la queja ni al victimismo.
El mundo actual promueve la comodidad emocional, el “no te juzgues”, el “todo vale”, y ese es el camino perfecto para fabricar seres humanos sin columna vertebral. Hombres sin convicciones. Hombres que se excusan en las circunstancias. Hombres que piden aplausos por hacer lo mínimo.
Un hombre, en cambio, no pide permiso para serlo.
No necesita gritarlo ni exhibirse. Lo demuestra en sus actos: en su palabra dada, en su capacidad de sacrificio, en la defensa de lo que considera verdadero, aunque eso le cueste el aplauso del mundo.
Como bien dice el Padre Olivera, el hombre verdadero no se define por fuerza física ni por bravura teatral, sino por la firmeza silenciosa del carácter.
En una época en la que todo invita a lo fácil, a lo cómodo y a lo efímero, este recordatorio es necesario. Y sí, en ocasiones envuelto en un lenguaje que busca no herir susceptibilidades, porque hoy hasta decir lo evidente es considerado una ofensa. Pero aun así, algo se abre paso: la verdad no necesita gritar. Basta con pronunciarla.
Recomiendo ver el vídeo de la conferencia (52'), para quien tenga aún la valentía, o la nostalgia, de recordar lo que significa ser un hombre íntegro.
Que cada uno saque sus conclusiones.
1 de noviembre de 2025.
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