Hay quienes hoy levantan la voz, indignados, como si todo lo que está ocurriendo hubiese caído del cielo de un día para otro. Pero la verdad es más incómoda: cada paso de esta deriva comenzó el día en que millones decidieron acudir obedientemente a las urnas en 2023, legitimando un sistema que ya estaba podrido, controlado y entregado a la AGENDA 2030 mucho antes de empezar la campaña.
Y lo peor no es aquel error.
Lo peor es que muchos están dispuestos a repetirlo, como si nada hubiera pasado, como si la mentira no estuviera ya desnuda, como si no se viera en pueblos y ciudades la imposición silenciosa que nos gobierna desde el 14 de marzo de 2020.
Obedecer, votar, seguir a los mismos actores que solo cambian de disfraz… eso no es civismo: es sumisión.
Y la sumisión tiene un precio: la dignidad.
Por eso esta imagen no es un ataque, sino un espejo.
Un espejo que algunos preferirán romper antes que mirarse en él.
Pero la verdad no cambia: mientras sigamos alimentando el sistema, el sistema seguirá devorándonos.
Rebelarse es dejar de legitimar lo que nos destruye.
El resto son excusas.
19 de noviembre de 2025.


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