LA SOCIEDAD QUE CELEBRA SUS CADENAS: DE HELSINKI A LA ESPAÑA ADORMECIDA. Por Carlos Garcés.
Hay veces en las que las palabras de un lector resumen mejor que ningún análisis la situación de este país y de esta sociedad cada vez más domesticada. Por eso hoy publico, de manera anónima, el comentario que me envió un seguidor. Un comentario lleno de lucidez, cansancio y verdad.
Lo reproduzco íntegramente porque expresa, con una claridad casi dolorosa, lo que tantos ven y tan pocos se atreven a decir: la sensación de vivir en un mundo donde la gente ha renunciado a pensar por sí misma, donde las consignas pesan más que los hechos y donde ya no sorprende que la mayoría celebre las mismas cadenas que la atan.
Comentario recibido:
*“Buenas noches, Carlos.
Si me permites, te comento lo que en este momento me pasa por la cabeza, porque lo cierto es que estas cosas me producen una mezcla de mala leche, depresión y desesperanza.
Acabo de ver dos noticias que me han enviado:
En una se habla de que en Helsinki hace más de un año que no muere nadie en accidente de tráfico. Bueno, lo importante son los comentarios a la noticia.
La inmensa mayoría aboga por seguir retirando todos los coches de la circulación (si no hay tráfico no hay accidentes) o por las ciudades de quince minutos o lo que sea. En definitiva, seguir apretando las tuercas con la agenda 2030. Por supuesto no faltan los que califican de “fachas” a los pocos que discrepan.
La otra noticia habla de que España ya es el país de Europa que más inmigrantes recibe.
Ahí los comentarios están entre los que todavía les parecen pocos y los que dicen que hay que votar a VOX (por supuesto) para acabar con el problema.
Como ves, la gente no espabila. Sigue confiando en los políticos que llevan décadas engañándoles.
Deben de estar frotándose las manos a la espera de las próximas elecciones.
Un abrazo y disculpa por la confianza que me tomo (y gracias por leer mis comentarios).”*
Mi reflexión:
Comparto su sensación al cien por cien: lo que describe no es casualidad, sino la consecuencia directa de un proceso largo y perfectamente calculado. Se nos ha empujado a un estado en el que la población ya no cuestiona nada y en el que toda disidencia debe ser etiquetada para neutralizarla.
Lo de Helsinki no es una anécdota: es el pretexto perfecto para justificar más control, más restricciones, más “ciudades de quince minutos”, más obediencia bajo la excusa de la seguridad. Y en España, con la inmigración, sucede exactamente lo mismo: discursos polarizados, falsas soluciones y un pueblo que sigue confiando en quienes jamás van a cambiar nada porque viven del mismo sistema que dicen combatir.
El verdadero drama no es lo que ocurre, sino la normalidad con la que se acepta. La indiferencia con la que se traga. La velocidad con la que se señala, insulta o ridiculiza al que todavía piensa.
Publico este comentario porque merece ser leído. Porque muestra la lucidez de quien ya no se deja engañar. Y porque confirma algo que llevo tiempo sosteniendo:
mientras la sociedad siga celebrando sus cadenas, el sistema no tendrá necesidad de romperlas; le bastará con apretarlas con una sonrisa.

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