«EL QUE DESCONOCE LA VERDAD ES UN IGNORANTE; PERO EL QUE LA CONOCE Y LA DESMIENTE, ES UN CRIMINAL». Bertolt Brecht. Por Carlos Garcés.
«EL QUE DESCONOCE LA VERDAD ES UN IGNORANTE; PERO EL QUE LA CONOCE Y LA DESMIENTE, ES UN CRIMINAL».
Bertolt Brecht.
Por Carlos Garcés.
Yo ya no busco suavizar palabras ni endulzar conciencias. Este país está podrido desde el tuétano, y no por la casta política —esa banda de profesionales del saqueo, del teatro y de la mentira permanente— sino por la masa que les sostiene, que les aclama, que les vota, que legitima sus abusos con la servil entrega de su voluntad. Esa masa conforma el 99,5% de la sociedad española. Un pueblo que abdicó de su dignidad, de su libertad y de su responsabilidad moral.
Nadie se engañe: la política no es ya un servicio público, si es que alguna vez lo fue. Es una industria, una maquinaria de poder y negocio donde se trafica con la miseria, con el miedo, con la necesidad y con la ilusión del pobre ingenuo que cree “decidir” algo introduciendo un papel en una urna. Los que viven de la política no son servidores del pueblo: son parásitos instalados en cada institución, en cada concejalía, en cada organismo público, chupando recursos, privilegios y vida. Y hoy, además, criminales y genocidas a sueldo de la AGENDA 2030. Pero peor aún que ellos —mucho peor— son los que les legitiman.
Porque cuando uno va a votar, solo demuestra dos cosas: o ignorancia o corrupción.
Ignorancia, cuando aún cree que ese simulacro llamado democracia le pertenece.
Corrupción, cuando sabe perfectamente que vota para obtener algo: un contrato, una subvención, una paguita, un favor, un puesto, un tratamiento de privilegio.
El ignorante es manipulado.
El corrupto manipula para su propio beneficio.
¿Y el que se niega a votar? ESE ES EL ÚLTIMO VESTIGIO DE LA DIGNIDAD LIBRE.
Este país no se derrumba por culpa de los políticos. Se derrumba porque la mayoría los aplaude, los defiende, los sostiene y los venera. El problema de España no son sus gobernantes: es su pueblo adormecido y obediente, orgulloso de ser súbdito.
Mientras la mayoría siga arrodillada ante urna y bandera, España no tendrá salvación. Y lo peor —lo más trágico— es que ya ni siquiera la quieren.
12 de noviembre de 2025.

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