Bono cantando a Jones.
Recuerdo Quincy Jones.
QUINCY JONES, GUARDIÁN DEL FUEGO QUE NO SE APAGA. Por Carlos Garcés.
El 13 de abril de 2013, Las Vegas no fue simplemente Las Vegas. Aquella noche, en el MGM Grand, las luces parecían más suaves, casi respetuosas. Se celebraban los 80 años de Quincy Jones, en una gala que coincidía además con el 80 cumpleaños de su amigo Sir Michael Caine (nacidos ambos el 14 de marzo de 1933). Pero lo que allí ocurrió no fue un cumpleaños, fue un acto de amor. Amor a la música, al tiempo compartido, a las vidas tocadas por la belleza y por la amistad verdadera.
Quincy Jones es uno de esos seres que no pasan por el mundo de puntillas. Él construyó puentes donde otros levantaban muros. Reunió voces, estilos, culturas, épocas… y lo hizo con una naturalidad que solo poseen los que escuchan antes de hablar, los que sienten antes de producir.
En su vida hubo mucho talento, sí, pero también dolor, enfermedad, lucha, superación. Por eso Bono, cuando lo homenajea en el escenario, no está cantando: está abrazando una vida entera.
Y en ese abrazo, inevitablemente, aparecen dos sombras luminosas: Frank Sinatra y Count Basie.
Porque Quincy formó parte de una de esas raras coincidencias que la historia concede quizá una sola vez. Él estuvo allí cuando la voz de Sinatra buscaba nuevos caminos. Estuvo allí cuando el swing de Basie seguía respirando como un corazón grande, tranquilo y elegante.
Y no se limitó a unirlos sino que los hizo conversar, como si la música fuese un cuarto cerrado donde solo entran los que de verdad se entienden sin palabras.
Cuando en aquella gala se proyectaron imágenes de los tres lo que se sintió no fue nostalgia. Fue presencia.
Porque hay ausencias que no pesan: iluminan.
Sinatra y Basie ya no estaban en este mundo, pero esa noche estaban allí.
En los acordes.
En las miradas.
En la emoción contenida.
Quincy no solo recordó. Revivió.
Revivió el swing que no envejece, la camaradería entre hombres que se respetaban de verdad, la certeza de que cuando la música es sincera, no muere jamás.
Y así, aquella celebración se convirtió en un puente entre lo que fue y lo que sigue siendo.
Porque Quincy Jones sigue aquí. Sigue siendo el guardián de aquel fuego que no se apaga.
Hay vidas que no se cuentan por los años vividos, sino por la luz que dejan encendida.
La de Quincy Jones sigue encendida.
Y nosotros, todavía, seguimos calentándonos a su calor.
A Quincy Jones hay que darle las gracias por enseñarnos que la música también puede ser memoria, fraternidad y vida.
Carlos Garcés.
31 de octubre de 2025.
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