LOS POLÍTICOS, LA GRAN PLAGA CRIMINAL DE NUESTRO TIEMPO. POR UNA REBELDÍA Y DESOBEDIENCIA QUE DEVUELVA LA DIGNIDAD AL PUEBLO. Por Carlos Garcés.
LOS POLÍTICOS, LA GRAN PLAGA CRIMINAL DE NUESTRO TIEMPO. POR UNA REBELDÍA Y DESOBEDIENCIA QUE DEVUELVA LA DIGNIDAD AL PUEBLO. Por Carlos Garcés.
Desde el 14 de marzo de 2020, la humanidad entró en una de las etapas más oscuras de su historia reciente. Ese día se consumó el mayor engaño político y moral de nuestra era, y los responsables no son otros que los políticos. Todos, sin excepción. No hay inocentes. Son criminales, autores y cómplices de una farsa planificada, ejecutada y sostenida para someter a pueblos enteros, destruir economías, pisotear derechos y arrodillar conciencias.
Vivimos tiempos en los que la palabra “político” se ha convertido en sinónimo de mentira, de hipocresía, de genocidio y de servilismo al poder global. El pueblo continúa acudiendo a votar una y otra vez a sus Mesías políticos de turno. Los mismos parásitos que, fuera de la política, no llegarían ni a botones de un ascensor. Tipos que jamás han firmado una nómina, que no saben lo que es ganarse el pan con el sudor de su frente, que entran jóvenes en la política y aspiran a jubilarse dentro, viviendo del esfuerzo ajeno. Individuos sin oficio ni dignidad, transformados en verdugos del pueblo que los alimenta con unos privilegios indecentes.
Firman leyes infames, desde el gobierno central, los autonómicos, provinciales y locales pactan con el mal, negocian con asesinos y traicionan la verdad. Se sientan junto a criminales, los saludan, los protegen, los integran en el sistema. Cambian de principios como quien cambia de camisa; hoy dicen una cosa y mañana defienden la contraria con descaro y sonrisa cínica. Hablan de democracia mientras destruyen sus cimientos y reparten discursos sobre justicia mientras ellos mismos deberían estar entre rejas.
Lo que hicieron desde aquel marzo de 2020 no tiene justificación alguna. Encerraron a millones de personas, manipularon el miedo, destruyeron la libertad, arruinaron la economía, condenaron a ancianos, niños y familias enteras al sufrimiento y la desesperación se enfermaron y asesinaron con el pretexto de una falsa pandemia y enfermedad llamada COVID. Todo al servicio de una maquinaria siniestra llamada AGENDA 2030, ese plan globalista, criminal y deshumanizador que ya ni siquiera ocultan. La exhiben con orgullo en sus solapas, como si fuera un título de nobleza.
Estos políticos no gobiernan: ejecutan órdenes. No representan al pueblo: lo traicionan. No legislan para la justicia: legislan para la sumisión. No son servidores públicos, son sirvientes del mal, piezas obedientes de un engranaje corrupto que ha invadido todos los ámbitos de la vida: la educación, los medios, la sanidad, la cultura y hasta el pensamiento.
España se ha convertido en una red de parásitos que succiona el alma de la nación. Y mientras tanto, los españoles, entre la idiocia, la cobardía o la corrupción moral, siguen creyendo que algo se resolverá con el voto en una urna o con un juez en un tribunal de justicia. Error fatal. Esto no se resuelve en las urnas, porque las urnas están controladas por los mismos criminales que las manipulan. Tampoco en los tribunales, de justicia porque forman parte del mismo engranaje corrupto que protege a los verdugos y castiga a los rebeldes.
En España, quien más y quien menos, tiene un familiar, un amigo o un conocido que vive de la política o tiene intereses en ella. Por eso nada cambia; solo cambian los nombres, las siglas, las caras. El fondo sigue siendo el mismo.
La política ya no es una opción: es una estructura criminal organizada, disfrazada de democracia. Hoy el mal ya no se esconde: se sienta en el Congreso, sonríe en televisión y firma leyes, normas y ordenanzas en pueblos y ciudades que destruyen Derechos y vidas.
No hay democracia cuando los corruptos gobiernan.
No hay libertad cuando los cobardes obedecen.
Y no hay esperanza cuando el mal se sienta en el poder.
Porque mientras los ciudadanos callen y sigan votando a sus verdugos, los criminales seguirán en el poder, central, autonómico, provincial y local repartiéndose el botín de una nación traicionada. Y quien aún no lo ve, es porque prefiere no mirar.
Frente a esta traición sistemática, queda una sola salida real, el despertar del pueblo. No me refiero a una solución pasiva ni a esperar salvadores, me refiero a la REBELDÍA consciente y a la DESOBEDIENCIA cívica. REBELDÍA para dejar de colaborar con quienes viven de la política; DESOBEDIENCIA para negarnos a aceptar sus imposiciones, sus leyes injustas y sus mecanismos de sometimiento.
Esto significa rechazo a la sumisión, boicot al privilegio, denuncia pública constante, organización comunitaria, no participación en la farsa cuando la participación es complicidad y apoyo decidido a formas de REBELDÍA que deslegitimen a los corruptos.
La única revolución verdadera comienza cuando el pueblo recupera su dignidad: dejando de financiar, de normalizar y de validar a aquellos que explotan a la nación. La rebeldía y desobediencia no es anarquía: es responsabilidad. Es recuperar la soberanía de la vida cotidiana, la protección de la familia, la economía local, las libertades fundamentales y la verdad. Es decir, no más favores, no más votos acríticos, no más silencio cómplice.
Que quede claro que abogo una REBELIÓN civil que sea coherente, firme y colectiva contra todos los que viven de la política o tienen intereses en ella sin excepción alguna en pueblos ciudades por pequeños que sean. Si millones deciden decir “NO” en voz alta, si millones practican la no colaboración y la REBELDÍA organizada, el edificio de la farsa empezará a resquebrajarse.
Despertad, pueblo. La hora es ahora. La dignidad no se delega, se recupera. Contra la criminal y genocida AGENDA 2030 en su TOTALIDAD.
8 de octubre de 2025.

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