LO CURIOSO DE LA GENTE INTELIGENTE ES QUE SIEMPRE PARECE RARA A OJOS DE LOS TONTOS. Por Carlos Garcés.
LO CURIOSO DE LA GENTE INTELIGENTE ES QUE SIEMPRE PARECE RARA A OJOS DE LOS TONTOS. Por Carlos Garcés.
Siempre me ha acompañado la sensación de ser diferente, de pensar distinto, de no encajar en los moldes cómodos que la mayoría acepta sin cuestionar. La frase que circula, atribuida a Einstein, aunque nadie pueda confirmarlo, dice: “Lo curioso de la gente inteligente es que siempre parece rara a ojos de los tontos”. Nunca he necesitado que la firme un genio para reconocer su absoluta verdad. Yo soy prueba viviente de ello.
A lo largo de mi vida he experimentado lo que significa ser llamado “raro” por decir lo que otros no se atreven ni a pensar. Cada vez que levanto la voz contra la injusticia, contra la manipulación o contra la mentira sistemática, observo cómo quienes viven cómodos en la mediocridad me miran con desdén. No importa la claridad de mis argumentos; no importa que la verdad esté de mi lado. Para ellos, molesto. Para ellos, raro.
Lo he vivido aquí en mi país, España, en un tiempo en que tantos callan ante lo evidente. Me he atrevido a denunciar la erosión de Derechos, la manipulación política y cultural, la criminal y genocida AGENDA 2030 que, día a día, pisotea la vida y libertad de los ciudadanos. Y sí, he sido incomprendido, criticado, ridiculizado. No importa. Sé que la incomodidad que provoco es señal de que estoy diciendo lo que muchos no quieren oír.
Pero esta rareza no es un castigo, sino un privilegio. Significa que todavía pienso, que todavía observo con ojos libres, que no me dejo arrastrar por la corriente de la obediencia ciega. La gente “normal”, esa que se acomoda y repite sin cuestionar, necesita silenciar al diferente para sentirse segura. Necesita que la voz de la verdad se vea como una excentricidad, porque admitirla sería enfrentarse a su propia cobardía y mediocridad.
En mi vida he visto demasiadas veces cómo la sociedad española, tanto jóvenes como no tan jóvenes, renuncia a la dignidad y al respeto hacia quienes dieron su vida o la pusieron en riesgo defendiendo la libertad y los Derechos fundamentales. Han olvidado la memoria de las víctimas del terrorismo, de los injustamente perseguidos, de quienes trataron de salvar la verdad y fueron silenciados. Todo esto se olvida porque es más fácil entretenerse con lo superficial, con lo que sucede en otros países, con debates vacíos que no implican esfuerzo ni compromiso.
Yo llevo años resistiéndome a esa corriente de sumisión y olvido. No por rebeldía gratuita, sino porque sé que callar sería traicionar la verdad, traicionar mi propia dignidad y la de todos los que, a lo largo de la historia, han pagado con su vida el precio de ser diferentes, de ser valientes y de decir lo que muchos no se atreven.
Ser “raro” ante los ojos de los tontos es un honor silencioso. Es la prueba de que uno todavía piensa, observa y lucha. Es la evidencia de que, aunque el mundo trate de domesticar nuestra mente, todavía existen personas capaces de ver la verdad, de nombrar lo que otros esconden y de mantenerse firmes frente a la mediocridad generalizada.
Sí, soy raro. Y me enorgullece serlo. Porque mientras los tontos se conforman con la ignorancia, yo sigo siendo libre, sigo diciendo la verdad, y sigo reclamando un mundo donde la inteligencia y la honestidad no sean vistas como excentricidades, sino como lo que realmente son: un acto de dignidad frente al absurdo.
4 de octubre de 2025.

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