LA MUJER FIEL EN TIEMPOS INFIELES. Por Carlos Garcés.



LA MUJER FIEL EN TIEMPOS INFIELES. Por Carlos Garcés.

Vivimos tiempos extraños, tiempos donde se exalta lo transitorio y se ridiculiza lo que permanece. En una época en la que se glorifica la “libertad” para cambiar de pareja como quien cambia de ropa, hablar de fidelidad suena a algo arcaico, casi ofensivo. Sin embargo, precisamente por eso, hoy más que nunca, es necesario reivindicar su belleza y su verdad.

Una seguidora me ha enviado un breve vídeo titulado "Cinco cosas que una mujer fiel no hace". Su mensaje, sencillo pero profundo, desarma con su claridad. No se trata de una lista de prohibiciones impuestas desde fuera, sino de una actitud vital que nace del amor auténtico, del respeto por uno mismo y por el otro. De la coherencia, esa virtud tan olvidada en un mundo de apariencias.

Una mujer fiel, como también un hombre fiel, valga decirlo, no necesita ocultar el móvil, ni borrar conversaciones, ni sembrar dudas. Su presencia es certeza, no incertidumbre. La fidelidad no es represión, es elección libre. Es decir “sí” cada día al compromiso asumido, aunque haya dificultades, aunque la rutina muerda, aunque la tentación asome.

Esa fidelidad no nace del miedo ni de la costumbre, sino del amor maduro, del saber que nada grande se construye sin raíces, sin entrega, sin renuncias. Solo quien ha amado de verdad sabe lo revolucionario que es seguir eligiendo al otro incluso cuando el brillo inicial se apaga y lo cotidiano pesa.

Frente al cinismo sentimental que nos rodea, frente a la cultura del descarte emocional, la fidelidad es un acto de rebeldía. Un acto de dignidad. Un acto profundamente humano.

Porque, aunque parezca increíble, todavía hay personas que eligen no traicionar. Que no se dejan llevar por la moda del “todo vale”. Que no confunden libertad con egoísmo, ni deseo con derecho. Que entienden que el amor verdadero no se improvisa, se cultiva. No se usa, se cuida. No se consume, se entrega.

La fidelidad, entonces, no es una prisión, sino una forma de libertad superior. Es la libertad de ser uno mismo sin dobleces. La libertad de mirar a los ojos sin miedo. La libertad de amar sin trampas, sin disfraces, sin máscaras.

No se trata solo de relaciones rotas o de parejas que se desgastan. No hablamos solo de infidelidades domésticas o de dramas de alcoba. Hablamos de algo mucho más profundo. La banalización de la fidelidad, su ridiculización pública, su desprecio sistemático... es síntoma y causa a la vez de una enfermedad más grave: la perversión moral de una sociedad entera.

Porque cuando ya no se valora la palabra dada, cuando el compromiso se convierte en cárcel, cuando el amor se mide por el capricho o la novedad, o incluso por el rédito material que pueda aportar, la humanidad se descompone por dentro. Y lo que se resquebraja no son solo los matrimonios, sino la confianza, la amistad, el respeto, el sentido mismo de la vida compartida.

La traición emocional, el hedonismo, el narcisismo relacional... no son gestos individuales inocentes, sino grietas en el alma colectiva. Detrás de cada ruptura sin causa, de cada mentira justificada, de cada cama sin amor, hay un eslabón más en la cadena de decadencia que arrastra a nuestra sociedad hacia el vacío. Y lo peor es que se aplaude. Se premia. Se enseña incluso a las nuevas generaciones.

Por eso, más allá del sentimentalismo, defender la fidelidad es defender la esperanza. Es luchar contra la deshumanización. Es decirle al mundo que aún es posible vivir con verdad. Que aún hay belleza en lo duradero. Y que no todo está perdido.

Quien es fiel no solo salva su amor. También, sin saberlo, está salvando un pedazo del alma del mundo.

Carlos Garcés.
21 de julio de 2025.











"SENATOR". Carlos Garcés.

Comentarios