LA ETERNIDAD DEL AMOR DE UNA MADRE. Por Carlos Garcés.

LA ETERNIDAD DEL AMOR DE UNA MADRE. Por Carlos Garcés.


Hoy quiero rendir homenaje a la figura más Sagrada que puede tener un ser humano: su madre.

Nadie como ella encarna el verdadero significado del amor. Un amor que no pide, que no exige, que no se apaga. Un amor que acompaña, que perdona y que enseña a amar.

Hay amores que marcan una vida, pero ninguno deja una huella tan honda, tan silenciosa y tan eterna como el amor de una madre.

Ella no solo nos trajo al mundo, nos enseñó a vivir en él. Nos mostró lo que significan la paciencia, la entrega y la ternura sin condiciones. Desde el primer instante en que nos sostuvo entre sus brazos, su corazón decidió latir al ritmo del nuestro.

Una madre no se limita a cuidar sino que  forma. Moldea el alma con su ejemplo, con su mirada, con sus silencios. Nos enseña a hablar, pero también a escuchar. Nos enseña a caminar, pero sobre todo a levantarnos cuando caemos.

Y junto a ella, muchas veces en un segundo plano, está también la figura del padre, firme, silencioso, protector. Su amor se expresa de otro modo, menos visible quizás, pero igualmente profundo. Si la madre es ternura y raíz, el padre es fortaleza y horizonte. Ambos son pilares de una misma casa, fundamentos de lo que somos y de lo que un día seremos.

Y aunque la vida nos lleve lejos de su regazo, hay algo en nosotros, una palabra, un gesto, una costumbre, que sigue siendo ella.

Por eso, cuando una madre muere, no se va del todo. Se transforma. Se queda en la manera en que decimos “te quiero”, en la forma en que miramos al cielo buscando respuestas, en el modo en que abrazamos a los demás sin esperar nada a cambio.

Su ausencia duele, sí, pero también enseña. Enseña que la gratitud es el último acto de amor.

La muerte de una madre no se supera, se aprende a vivir con ella. Se convierte en una sombra suave que acompaña, en un eco que consuela, en una presencia invisible que nos sostiene cuando el mundo se desmorona.

Y entonces comprendemos que ese vínculo no termina con la vida, porque nació antes de las palabras y más allá del tiempo.

Cada uno de nosotros lleva en el alma la voz de su madre.

Y cuando la recordamos, cuando pronunciamos su nombre con emoción y con respeto, ella vuelve a vivir, por un instante, dentro de nosotros.

Porque una madre no muere, se queda donde más duele, pero también donde más consuela. En el corazón de su hijo.

Carlos Garcés.
9 de octubre de 2025.











"SENATOR". Carlos Garcés.

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