D. EMILIO ROMERO Y LA TRAICIÓN DEL PERIODISMO MODERNO. Por Carlos Garcés.



D. EMILIO ROMERO Y LA TRAICIÓN DEL PERIODISMO MODERNO. Por Carlos Garcés.


Vi hace poco una breve entrevista de 1982  entre José María Íñigo y don Emilio Romero, aquel periodista de carácter recio, verbo claro y pensamiento libre que marcó una época. Yo lo seguía con admiración en mi juventud; me fascinaba su valentía, su lucidez y su capacidad para decir lo que muchos callaban. En aquel corto diálogo televisivo, Romero expuso en apenas unos minutos una lección magistral sobre lo que debe ser el periodismo: independencia, compromiso con la verdad y servicio a la sociedad, no al poder.

Han pasado décadas desde entonces, pero sus palabras resuenan hoy con una fuerza aún mayor, precisamente porque el periodismo actual ha renunciado a casi todo lo que él defendía.

Romero, curtido en mil batallas y testigo de todas las etapas del siglo XX español, entendía el oficio como una misión cívica. Para él, el periodista debía tener cultura, criterio, coraje y sobre todo independencia. No podía ser siervo de ningún amo, ni político, ni económico, ni ideológico. El periodista, decía, debe mirar al poder de frente, no de rodillas.

Hoy, en cambio, lo que abunda es el silencio disfrazado de corrección política. Los medios que se dicen “libres” están atados a subvenciones, a fondos públicos, a intereses empresariales o globalistas. Los que no se venden por dinero, se arrodillan por miedo. Y así, entre unos y otros, el periodismo ha dejado de ser una voz que incomoda para convertirse en un coro que repite consignas.

D. Emilio Romero jamás habría aceptado la sumisión mediática que vivimos. Hoy los grandes medios, de derechas y de izquierdas por igual, se han rendido ante el dogma de la llamada AGENDA 2030, ese plan globalista criminal y genocida que, bajo una apariencia de solidaridad, oculta una maquinaria de control ideológico y social.

Los mismos periódicos que antaño presumían de fiscalizar al poder, hoy lo adoran si defiende esa AGENDA. Las televisiones, las radios, las plataformas digitales… todas repiten el mismo guion. La palabra “sostenible” se ha convertido en una nueva religión, y el periodista que se atreve a cuestionarla es excomulgado por el sistema.

No hay investigación real, no hay debate verdadero, no hay pluralidad informativa. Hay consignas, manuales de estilo impuestos y autocensura. El periodista de hoy ya no busca la verdad: busca no perder su empleo, su prestigio o su beca.

Sería un error pensar que esta degeneración del periodismo es exclusiva de eso que llaman izquierda. No. La  llamada derecha también se ha rendido, adoptando el mismo lenguaje y las mismas banderas, fingiendo oposición mientras se pliega a las mismas estructuras internacionales que dictan las políticas económicas, sanitarias y sociales.

Las portadas cambian los colores, pero no el fondo. El relato es el mismo: obediencia, progreso controlado, censura del pensamiento libre. Ya no se trata de informar, sino de moldear conciencias. El ciudadano, convertido en consumidor ideológico, recibe cada día su dosis de manipulación cuidadosamente empaquetada.

En aquella entrevista con Íñigo, don Emilio hablaba del peligro del conformismo, de la pérdida del espíritu crítico y del deterioro de la ética profesional. Advertía que el periodista que se acomoda al poder deja de ser periodista para convertirse en propagandista.

El periodismo actual vive de la complacencia, del espectáculo, de la trivialidad. Se persigue la inmediatez, no la verdad; el impacto, no la reflexión. Todo vale con tal de no incomodar al amo del momento. Pero un periodista que no incomoda, que no investiga, que no denuncia, no sirve para nada.

Romero creía en la responsabilidad del periodista como garante de la verdad. Si hoy levantara la cabeza, se avergonzaría al ver cómo el oficio se ha convertido en un instrumento de ingeniería social.

La única prensa verdaderamente libre es la que no depende de subvenciones, ni de gobiernos, ni de corporaciones globales. Es la que se atreve a contar lo que otros ocultan, aunque duela.

La independencia no se declama, se demuestra. Y en estos tiempos de manipulación y censura digital, el periodista independiente es casi un héroe, una rara avis en un panorama dominado por el servilismo.

Escuchar a don Emilio Romero hoy es como oír una voz del pasado que sigue siendo necesaria. Su discurso es incómodo, sí, pero profundamente actual. En un mundo donde la mentira se presenta como virtud y la sumisión como progreso, recordar a hombres como él es un acto de resistencia.

Romero defendía la verdad, y la verdad como el amor o la fe, no admite componendas.

Por eso sus palabras siguen vivas porque nos recuerdan que el periodista no debe servir al poder, sino a la conciencia. Y que un pueblo sin periodismo libre acaba siendo un pueblo ciego, dócil y mudo.

Carlos Garcés.
5 de octubre de 2025.









"SENATOR". Carlos Garcés.

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