CUANDO FALTAN LOS ARGUMENTOS, LLEGAN LOS INSULTOS. Por Carlos Garcés.

CUANDO FALTAN LOS ARGUMENTOS, LLEGAN LOS INSULTOS. Por Carlos Garcés.

Siempre es lo mismo. Cuando alguien no puede rebatir con hechos lo que digo, cuando la realidad les golpea en la cara y se quedan sin recursos, el recurso fácil es insultar. “Resentido”, "rencoroso" “amargado”, “que no vive”, “que lo suyo no importa”… Palabras huecas de quienes carecen de una sola verdad que poner sobre la mesa.

Yo no opino, afirmo. Mis palabras no son ocurrencias, son hechos contrastados. Y cuando afirmo, lo hago con la coherencia de quien ha estado dentro de la política, de quien ha visto desde dentro las cloacas y los pasillos de poder, y de quien no debe nada a nadie. Lo mío no son resentimientos ni lamentos, es denuncia, es exposición de lo que muchos callan porque les conviene callar.

El insulto no rebaja a quien lo recibe, sino a quien lo lanza. Llamarme “amargado” no tapa vuestras mentiras, ni vuestra cobardía, ni vuestro sometimiento a la Agenda 2030. Decirme “resentido” no borra ni un solo hecho de los que he expuesto. Al contrario, me confirma que he tocado la llaga, que he señalado justo donde más duele.

Yo ya estuve donde muchos de vosotros jamás os atreveréis a estar, en primera línea política durante año y medio,  enfrentándome a presiones, manipulaciones y traiciones. Y salí por la puerta grande, dimitiendo porque no me vendo, porque no me arrodillo, porque la coherencia vale más que cualquier sillón. Desde entonces, no le debo obediencia a nadie ni sigo consignas de partido alguno. Esa libertad es la que me permite hablar sin miedo, con la verdad por delante.

Muchos de los que me insultan hoy son los mismos que callaron como corderos durante la falsa pandemia y enfermedad del COVID. Los mismos que se escondieron detrás de la obediencia ciega, aplaudiendo medidas absurdas y protocolos genocidas, sumisos al terror y a la mentira oficial. Yo no. Yo levanté la voz desde el primer momento. Y por eso molesto. Porque nadie puede acusarme de haber sido cómplice del engaño.

Cuando alguien no puede responder a los hechos, recurre a lo personal. Es la estrategia del débil, del mediocre, del que se arrastra. Pero no funciona conmigo. Cada insulto que me lanzáis es una medalla en el pecho, una confirmación de que voy en la dirección correcta. Yo no necesito vuestra aprobación. Vosotros sí necesitáis inventar insultos para ocultar vuestra vergüenza.

Seguid llamándome “resentido”, “amargado” o lo que os dicte vuestra impotencia. Yo seguiré siendo lo que soy; libre, coherente y dispuesto a decir en voz alta lo que otros callan. Y eso, os guste o no, es algo que jamás podréis silenciar.

Y cuando os veo correr a defender con uñas y dientes a vuestro mesías político y a los intereses ocultos, vergonzosos, inconfesables y tan bien protegidos por vuestro silencio, comprendo aún mejor por qué faltan los argumentos: porque no hay argumentos, sólo lealtades interesadas y coberturas que intentan disfrazar lo que no puede sostenerse a la luz pública. Defender lo indefendible con insultos y coartadas no es valentía, es complicidad.


Carlos Garcés.
17 de septiembre de 2025.











"SENATOR". Carlos Garcés.

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