FRANK SINATRA NO SE HABRÍA DEJADO PONER UN BOZAL. Por Carlos Garcés.
He sido, soy y seré sinatrista toda la vida. No por nostalgia, ni por estética, sino por convicción. Porque Frank Sinatra representa la elegancia, la rebeldía, la individualidad y la libertad. Nunca se arrodilló ante nada ni nadie. Ni ante el poder, ni ante la moda, ni ante lo políticamente correcto. Fue, en esencia, un hombre libre. Por eso, ver cómo la familia Sinatra hacia el segundo semestre de 2020 llegó al extremo de comercializar mascarillas con su imagen, me resulta un insulto intolerable a su memoria.
Sí, mascarillas mejor dicho, bozales. Ese trapo infame que durante años nos impusieron a la fuerza, como si la dignidad humana fuera algo prescindible, como si taparnos la cara y silenciarnos la voz fueran actos de responsabilidad. No. Fue sumisión. Fue cobardía disfrazada de civismo. Y lo peor, fue ignorancia avalada por todos los partidos políticos y todas las instituciones del Estado, todos, sin excepción alguna, desde el Gobierno hasta la oposición, desde el Parlamento hasta el último rincón de cada Ayuntamiento. Todos ellos a sueldo de la criminal y genocida AGENDA 2030.
Vi aquellas mascarillas con la cara de Sinatra y no pude evitar la comparación con aquellas otras imágenes grotescas de políticos españoles de izquierdas y derechas luciendo mascarillas con banderas, con logotipos, con consignas, con retratos ideológicos, con frases estúpidas. Unos con la bandera de España, otros con la de su partido, otros incluso con la cara de Franco o con la hoz y el martillo. ¿Qué clase de circo criminal fue ese? ¿Qué clase de pueblo toleró tal humillación?
Frank Sinatra nunca hubiera permitido que le taparan la cara con un trapo. No habría permitido que convirtieran su rostro en un símbolo de obediencia, de sometimiento, de esclavitud, de miedo. Él cantaba para expresar, no para silenciarse. Para emocionarse, no para esconderse. Su voz fue un himno a la vida, no un eco amortiguado tras un bozal quirúrgico.
Frank Sinatra hubiera formado parte de ese 0,5% de españoles que no aceptamos ponernos ese trapo humillante.
Lo que hemos vivido en España durante esta falsa pandemia y enfermedad del COVID (que hoy muy pocos han negado a la espera de una nueva variante) no ha sido un episodio sanitario, sino una tragedia moral, una manipulación global sin precedentes. Nos mintieron. Nos aislaron. Nos prohibieron abrazarnos, reunirnos, trabajar, rezar, respirar… y nos obligaron a taparnos la cara como si fuéramos culpables de algo. Como si fuéramos peligrosos por el simple hecho de existir. Y luego nos dijeron que nos teníamos que poner "vacuna" tras "vacuna" tras 'vacuna" para combatir ese bicho tan malo que circulaba por ahí. Y como consecuencia de eso, se produjo un daño irreparable e irreversible de consecuencias incalculables que perdurará eternamente.
Las mascarillas, además del daño físico que han causado, y que muchos profesionales ya se atreven a reconocer, han sido una losa sobre la salud mental, la libertad personal y el alma colectiva de toda una sociedad.
Y mientras tanto, la familia Sinatra en Estados Unidos, ese país que dicen que es el de las libertades, vendiendo mascarillas. Como si Frank fuera uno más de esa comparsa servil que obedecía órdenes sin cuestionarlas. Y eso en época de Trump, el que aprobó las vacunas COVID, el que estableció las distancias de seguridad y el uso de los bozales, el Salvador del mundo, ese que los ignorantes, los manipuladores y los corruptos dicen que está en contra de esa AGENDA.....
No, señores. Repito, Frank Sinatra no se habría dejado poner un bozal. Y yo, que tanto le admiro, tampoco lo hice. Ni lo hice, ni lo haré jamás, porque no existe poder en este mundo que pueda obligarme a hacer algo que atente contra mi salud, mi libertad o mi dignidad como Ser Humano.
Y porque por la vida solo hay una forma de caminar y no es otra que de pie y con la cabeza alta, no como hace el 99,5% de los españoles.
5 de agosto de 2025.


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