EL MAL MENOR NO EXISTE. VOTAR Y APOSTAR POR EL MAL MENOR ES VOTAR AL MAL. Por Carlos Garcés.


EL MAL MENOR NO EXISTE. VOTAR Y APOSTAR POR EL MAL MENOR ES VOTAR AL MAL. Por Carlos Garcés.


A lo largo de estos años, he escrito mucho y con absoluta convicción sobre la gran mentira del "mal menor" y del llamado “voto útil”. Quien desee profundizar más en estas reflexiones puede encontrar diversos textos míos al respecto en mi blog personal Senator. Hoy, sin embargo, deseo condensar esa idea en un artículo claro, directo y sin concesiones.

Durante décadas se nos ha querido convencer de que el mal menor es un recurso legítimo, incluso inteligente, en política. Se nos ha repetido hasta la saciedad que, ante una disyuntiva perversa, lo prudente es elegir "el menos malo". Pero esta falacia, convertida en consigna electoral por los profesionales del engaño, no resiste el más mínimo análisis ético ni filosófico. Votar al "mal menor" es, simple y llanamente, votar al mal. Y el mal, por pequeño que se disfrace, sigue siendo mal.

El mal no se relativiza. No hay porcentajes de maldad aceptables, ni grados que permitan convertir una opción nociva en una supuesta "responsabilidad democrática". El mal es una elección consciente contra el bien, contra la verdad, contra la justicia. Y quien vota al mal menor, por miedo, comodidad o cálculo, está colaborando activamente con esa mentira.

Muchos justifican su voto afirmando que se trata de evitar algo peor. Pero, ¿desde cuándo el temor es buen consejero? ¿Desde cuándo se construyen sociedades justas con base en el miedo? ¿Desde cuándo se sacrifica la verdad en nombre de la estrategia? El resultado es evidente. Décadas de traiciones, corrupción, sometimiento ideológico y una ciudadanía cada vez más impotente, más frustrada y más dividida. Y por eso hoy España está como está.

Existen quienes, aún sabiendo que una opción es corrupta, inmoral o dañina, la consideran “más próxima” a su ideología y por eso la apoyan. Es el colmo del autoengaño aceptar el mal solo porque se le parece a algo que uno defendió en el pasado. Es aferrarse a una caricatura de los principios y renunciar a ellos en nombre de una comodidad ideológica. Es cobardía disfrazada de coherencia.

Grandes pensadores y moralistas a lo largo de la historia han advertido de esta trampa. C. S. Lewis señaló que el camino al infierno está pavimentado con buenas intenciones mal dirigidas. Juan Pablo II fue tajante: “Nunca es lícito hacer el mal para obtener un bien”. Aristóteles ya decía que la virtud es el justo medio, no el mal amortiguado. Y el Papa Benedicto XVI denunció con claridad la dictadura del relativismo que tanto daño ha hecho a las conciencias. No, el mal menor no es moralmente aceptable, aunque el mundo moderno quiera anestesiar las almas con esa mentira.

El famoso “voto útil” es otro de esos conceptos perversos. No es útil, es sumiso. No construye, perpetúa. No salva, condena. El que vota pensando en lo que harán los demás, y no en lo que dicta su conciencia, ha renunciado a ser libre. Se convierte en parte del rebaño, en un esclavo de las encuestas, en un cómplice de la manipulación. La democracia así no se fortalece: se pudre.

Yo hace años que no voto. Y no lo hago por pasividad, ni por indiferencia. Lo hago porque no me someto. Porque no me presto a legitimar a quienes son parte del problema. Porque he entendido que colaborar con el mal, aunque venga en versión “light”, es una traición a mí mismo, a mis principios y a la verdad. Porque no legitimo estructuras podridas. Porque prefiero quedarme solo en la verdad que acompañado en la mentira.Y porque además, desde el 14 de marzo de 2020, el solo hecho de acudir a las urnas se convierte en legitimar la criminal y genocida AGENDA 2030 representada en España por todos los partidos políticos y todas las instituciones del Estado sin excepción alguna.

Y en este contexto me voy a detener para recordar unas palabras que, aunque a la práctica totalidad de los españoles les incomoden, porque las pronunció la última persona que defendió a España y veló por el progreso y el bienestar de los ciudadanos venciendo al comunismo como se debe(y eso la totalidad de los españoles no se lo han perdonado), hoy cobran una vigencia innegable. El Generalisimo Francisco Franco, Jefe del Estado español durante cuatro décadas advirtió reiteradamente que los partidos políticos serían la ruina de España. Y no se equivocó. Hoy lo vemos con dolor y claridad; partidos corrompidos, partidos sin patria, partidos sin moral, partidos sin alma. Siglas vacías, intereses espurios, estructuras vendidas al poder extranjero o al chantaje ideológico. El tiempo no ha hecho más que darle la razón a Franco. La partitocracia nos ha llevado a elegir entre degenerados de distinto color, pero con el mismo fondo putrefacto. Los partidos no salvan a los pueblos. Los destruyen. Porque no representan principios, sino intereses oscuros e inconfesables.....

Por todo ello, hoy más que nunca, es necesario reafirmar esta verdad sin miedo.  EL MAL MENOR NO EXISTE. SOLO EXISTE EL BIEN Y EL MAL. Y todo lo que gira en torno al mal menor es mal. Y si uno elige el mal, aunque sea “menor”, elige ser parte del mal.

Insisto:

QUIEN VOTA AL MAL MENOR, VOTA AL MAL. Y LO HACE CON CONCIENCIA PLENA.

Y ESO NO ES ESTRATEGIA.

ES CORRUPCIÓN MORAL.


Carlos Garcés.
1 de agosto de 2025.











"SENATOR". Carlos Garcés.

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