LUIS AGUILÉ, UN APÓSTOL DE SINATRA Y UN GENIO OLVIDADO. Por Carlos Garcés.
En uno de los programas más curiosos de la televisión, La Fiera de mi Niña, el gran cantautor Luis Aguilé se sentó frente a un grupo de jóvenes para hablar no sólo de música, sino de la vida, del arte, del esfuerzo y del talento. Sus palabras, en ese contexto, fueron mucho más que anécdotas o juicios estéticos, fueron una auténtica lección magistral, digna de ser rescatada hoy y siempre.
Entre muchos temas, Aguilé recordó, sin nombrarla explícitamente, su conversación con Sara Montiel, a quien un día le propuso componer una canción para ella. Ella, con la gracia castiza que la caracterizaba, le respondió que a su edad ya no quería aprender letras nuevas.... Aquella anécdota, contada con simpatía, servía de antesala para una reflexión mucho más honda: los artistas no pueden dormir en los laureles; hay que trabajar, esforzarse, mejorar cada día.
Y entonces, con claridad meridiana, soltó una frase que debería estar tallada en mármol:
“El mejor artista del siglo XX fue, sin duda alguna, Frank Sinatra. Sinatra es Dios y algunos de nosotros podemos ser sus apóstoles.”
Pero no lo dijo como una consigna vacía, ni como una moda pasajera. Aguilé sabía bien de lo que hablaba. Estudioso, apasionado, profundo conocedor de la música, había analizado con rigor entre otros muchos las trayectorias de Domenico Modugno, Gilbert Bécaud, Edith Piaf, Judy Garland,.... y sí, también de nuestro querido Sinatra.
Y fue aún más allá, dijo que aunque entendía que muchos jóvenes no lo escucharan, Frank Sinatra enamoró a millones de personas en todo el mundo, que no componía sus canciones, pero que tuvo la inteligencia, la elegancia y el talento de escoger las melodías más hermosas y darles vida con su voz, su fraseo y su alma.
Aguilé explicaba, como un verdadero maestro, que la mayoría de los cantantes tiene fuerza vocal en las notas altas y se apagan en las graves, pero que Sinatra mantenía la misma potencia, la misma presencia y la misma emoción en todo su registro. Esa capacidad, rara, prodigiosa, es uno de los secretos que hacen de Sinatra un artista irrepetible.
Hubo otro momento especialmente emotivo. Aguilé contó que un día, caminando por la calle, escuchó a un joven cantante español. Era Nino Bravo. Y dijo, con convicción:
“España ya encontró a su Frank Sinatra.”
Para él, Nino Bravo reunía esa fuerza vocal, esa seguridad, esa verdad cuando cantaba. Y no le faltaba razón.
Pero lo más hermoso fue el cierre de aquella conversación. Viendo que uno de los jóvenes que el entrevistaba manifestaba su admiración por Sinatra, Aguilé sonrió con orgullo y le dijo:
“Si a ti te gusta Sinatra, vas muy bien orientado en el mundo de la música, porque desde Sinatra se puede juzgar a todos los demás.”
¡Qué razón tenía!
Y hoy, desde este humilde espacio de Senator y del dominio europeo de Frank Sinatra, quiero rendir tributo también a Luis Aguilé. No sólo fue un cantante querido y popular, sino un gran compositor, autor de muchísimos temas eternos como “Es una lata el trabajar”, “Cuando salí de Cuba” o “Ven a mi casa esta Navidad”, canciones maravillosas que forman parte de la memoria emocional de varias generaciones.
Aguilé fue un artista completo, culto, comprometido, honesto. Y, sin embargo, no se le ha reconocido como merece. ¿La causa? Porque mantuvo siempre ideas políticas conservadoras, decentes, valientes, que en un mundo artístico cada vez más pervertido y sometido al pensamiento único, resultaban incómodas. Una injusticia que no debemos silenciar.
Yo tuve el honor de asistir a un concierto suyo y conocerlo personalmente un 26 de Julio de comienzos de este siglo, día de Santa Ana, en las fiestas de l’Estartit. Fue en ese entorno cálido, popular y veraniego donde, por unos instantes, el ídolo y el espectador compartieron espacio, tiempo y emociones. Su cercanía y simpatía fueron tan genuinas como sus canciones. Poder saludarle y verle actuar en vivo esa noche, en ese rincón entrañable de la Costa Brava, fue para mí una experiencia inolvidable. Aquel Aguilé que yo había escuchado desde joven, el que nos hablaba de valores, de ternura, de libertad, seguía allí, íntegro y vital, sin ceder jamás al cinismo ni al olvido.
Luis Aguilé fue mucho más que un cantante de sonrisa fácil. Repito, fue un gran compositor y creador con alma, un hombre libre, y, sí, un apóstol de Frank Sinatra, como él mismo se definió. Uno de los nuestros.
23 de julio de 2025.

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