LOS ASESINATOS DE JOSEP MARÍA BULTÓ Y DEL MATRIMONIO VIOLA-TARRAGONA; UNA PRUEBA MÁS DE QUE LA INDEPENDENCIA DEL PODER JUDICIAL NO EXISTE Y NUNCA EXISTIÓ EN ESPAÑA. Por Carlos Garcés.
LOS ASESINATOS DE JOSEP MARÍA BULTÓ Y DEL MATRIMONIO VIOLA-TARRAGONA; UNA PRUEBA MÁS DE QUE LA INDEPENDENCIA DEL PODER JUDICIAL NO EXISTE Y NUNCA EXISTIÓ EN ESPAÑA. Por Carlos Garcés.
Impunidad, manipulación política y crímenes sin justicia. Cuando el sistema protege a los asesinos y abandona a las víctimas.
Cada vez que escucho a algún dirigente político, especialmente de esos de la llamada "derecha" o "extrema derecha sin complejos", gritar histéricamente que Pedro Sánchez está destruyendo la independencia judicial, no puedo evitar una amarga sonrisa. No por simpatía hacia el inquilino de La Moncloa, sino por mi absoluto convencimiento de que en España, sencillamente, NUNCA ha existido una verdadera independencia judicial. NUNCA. Y no lo digo ahora. Lo digo desde hace décadas. Lo afirmo con pruebas. Lo sostengo con memoria.
¿De qué independencia hablamos cuando todos los partidos políticos, sin excepción alguna, han colocado a jueces en sus filas, jueces que entran y salen de la política como por una puerta giratoria, según les conviene? ¿De qué independencia hablamos cuando los miembros del Consejo General del Poder Judicial son elegidos por cuotas parlamentarias, negociaciones políticas, pactos de despacho y equilibrios ideológicos? ¿Cómo puede haber justicia independiente si los jueces se deben, desde el principio, a quienes les nombran?
De todo esto mucho he escrito y se puede encontrar en este blog. Pero, más allá de las estructuras y las teorías, quiero recordar dos de los muchísimos ejemplos que hay trayendo aquí tres nombres concretos, tres vidas rotas que demuestran que la podredumbre no es nueva, ni mucho menos reciente. Es estructural. Viene de lejos. He escogido estas tres personas porque son las más distantes en el tiempo y más cercanas desde eso que empezamos a vivir llamado "democracia", no por ideología porque la no independencia del poder judicial ha afectado a todos y en todos los ámbitos. Y es lo que ha hecho que desde entonces los ciudadanos no seamos iguales ante la ley.
El asesinato de Josep-Maria Bultó:
El 9 de mayo de 1977, el empresario Josep-Maria Bultó, uno de los nombres más respetados de la alta burguesía catalana, fue asesinado en su domicilio. Le colocaron un artefacto explosivo en el pecho que detonó, desintegrando su cuerpo frente a su familia. El atentado fue reivindicado por el Exèrcit Popular Català (EPOCA), grupo precursor de Terra Lliure.
Uno de los responsables, Carles Sastre, fue detenido y condenado por este y otros actos terroristas. Sin embargo, más adelante sería absuelto en los años 80 en el caso Bultó por supuestas “dudas” en las pruebas. Hoy vive en libertad. Y durante años ha sido incluso homenajeado por sectores del independentismo radical catalán.
El matrimonio Viola-Tarragona, víctimas del silencio:
El 25 de enero de 1980, en Barcelona, una bomba idéntica a la del señor Bultó estalló en el cuerpo de Joaquín Viola, ex alcalde de Barcelona. Pero él no murió solo. Junto a él fue asesinada su esposa, Montserrat Tarragona Corbella, madre de familia, mujer inocente y sin ninguna implicación política.
El método fue tan cruel como efectivo: un explosivo adosado al cuerpo que estalla sin escapatoria. Exactamente la misma firma que en el caso Bultó. También aquí Carles Sastre y otros miembros de Terra Lliure fueron juzgados y absueltos. El Tribunal Supremo ratificó las absoluciones en 1987 y 1989, sellando así la impunidad.
¿Dónde estaba la independencia judicial entonces?
¿Es esa la justicia “independiente” que algunos dicen que Pedro Sánchez está destruyendo? ¿Dónde estaban esas voces airadas cuando se absolvía a un terrorista pese a todas las evidencias? ¿Dónde estaban los defensores de la Constitución cuando la justicia era incapaz de proteger a ciudadanos como Bultó, Viola o Montserrat Tarragona?
La justicia española no es independiente porque jamás lo ha sido. Ha sido siempre un brazo del poder político, un tablero de cuotas partidistas, una moneda de cambio entre partidos. Lo fue durante esa maldita transición que vivimos y lo sigue siendo hoy.
Y por si algo faltara, ahora la escena política se divide en dos farsas paralelas. Por un lado, los que gritan “lawfare” cada vez que se juzga a uno de los suyos. Por otro, los que acusan al gobierno de destruir la independencia judicial… como si alguna vez hubiera existido y les hubiera importado.
Ninguno defiende la justicia. Todos la manipulan, la instrumentalizan, la decoran a su conveniencia. No buscan justicia, buscan impunidad para los suyos y castigo para los contrarios. Y en medio de esa guerra de hipocresías, las víctimas verdaderas quedan olvidadas.
Pero lo más terrible no es solo el olvido, sino quiénes olvidan. Porque quienes más deberían recordar, familiares, instituciones, responsables públicos, medios de comunicación, incluso parte del poder judicial, han decidido pasar página. Argumentan que todo aquello ocurrió hace demasiado tiempo, que no hay que traumatizar a las nuevas generaciones, que ya no es políticamente útil hablar de estos crímenes. Y con ese vergonzoso silencio no solo niegan justicia, también niegan memoria, dignidad y verdad. Al no hablar de ellos, al no rendirles homenaje, al permitir que los asesinos caminen en libertad sin el menor reproche moral, se desprecia a las víctimas. Y eso, eso sí que no tiene perdón.
20 de julio de 2025.


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