JUSTICIA POR LA MUERTE DE MI HIJO. Por Rafael Fernández. Comentario de Carlos Garcés.

Justicia por la muerte de mi hijo Francisco

Rafael Fernández, veí de Can Cuiàs, atribueix la mort del seu fill a una negligència del sistema de transport sanitari

Rafael Fernández amb el seu fill Francisco, que va morir el 2022

"El próximo 16 de diciembre será el tercer aniversario de la muerte de mi hijo Francisco. Ya han pasado casi tres años y su ausencia me sigue doliendo como el primer día, pero todavía es más grande la rabia que siento al pensar que su muerte se podía haber evitado.

Francisco tenía 38 años y vivía conmigo des de la infancia. Los primeros años de vida no fueran fáciles porque tuvo que someterse a varias operaciones a causa de un quiste aracnoide en el cerebro. Finalmente, le implantaron una válvula para drenar el líquido que se acumulaba en esta cavidad, una medida que le permitía llevar una vida normal con controles anuales.

Como tenía cierto grado de discapacidad intelectual, Francisco estudió en un centro de educación especial y trabajó en una cooperativa social de Barcelona durante ocho años, hasta que lo dejó para ayudarme en mi trabajo como pintor. Siempre estábamos juntos y sólo nos teníamos el uno al otro, hasta que llegó el día fatal.

Recuerdo que era un lunes 5 de diciembre, el puente de la Constitución. Francisco estuvo bien todo el día y no mostró ningún síntoma de malestar. Pero, después de cenar, sin aviso previo, se desplomó en medio del comedor. Rápidamente, cogí el móvil y llamé al 112 para pedir una ambulancia, indicando que mi hijo –con una válvula cerebral– se había desmayado y no respondía a ningún estímulo.

Lo arrastré como pude hasta la cama, mientras los minutos pasaban y mi hijo seguía inconsciente. Según mis cálculos, la ambulancia tardó 45 minutos en llegar –me reconocieron que se equivocaron de dirección–, pero lo más grave es que en el vehículo no viajaba ningún sanitario –sólo el conductor y el acompañante– ni tenía dotación de primeros auxilios.

Cuando llegamos al hospital Vall d’Hebron, el sector de urgencias era un auténtico caos, con los pasillos repletos de gente tumbada en camillas. El médico que lo atendió me dijo que mi hijo había tenido un derrame cerebral y que no tenía muchas posibilidades de sobrevivir. Y, desgraciadamente, así fue. Tras pasar por el quirófano, estuvo once días en la UCI y falleció.

Después de unos días en estado de shock por la muerte repentina de mi hijo, me invadió un fuerte sentimiento de rabia al pensar que podría haber sobrevivido al ictus si la ambulancia hubiera llegado más rápido y con un equipo de reanimación adecuado. Solo tenía 38 años y, a pesar de su enfermedad, era fuerte y no tenía otras complicaciones de salud.

También me causó una gran indignación que el médico de urgencias me sugiriera la donación de órganos de mi hijo cuando todavía estaba vivo –parecía que tenía prisa en desconectarlo– y que el hospital me negara una segunda opinión sobre su estado. Tampoco entiendo que el ICAM (Institut Català d’Avaluacions Mèdiques) tarde dos años en dar respuesta a mis reclamaciones.

Desde entonces, solamente vivo para honrar su recuerdo y pedir justicia a un sistema sanitario que no puso los medios necesarios para salvar la vida de mi hijo. Ya he iniciado acciones legales para que el Institut Català de la Salut reconozca que hubo negligencia en el operativo. Sé que estas acciones no me devolverán a mi Francisco, pero al menos me ayudaran a encontrar cierta paz y dejar atrás esta rabia que llevo dentro. Va por ti, Francisco, allí donde estés!"

Comentario de Carlos Garcés:

Conozco a Rafael Fernández hace varios años y tuve la suerte de conocer a su hijo Francisco. Soy testigo de algunas de las irregularidades que se cometieron cuando estuvo ingresado en la UCI.

Y la primera palabra que se me ocurre es

INDIGNACIÓN. 

Eso es lo que uno siente al leer esta carta. Y no una indignación cualquiera, sino una profunda, amarga, rabiosa indignación. Porque aquí no estamos hablando de un error puntual. Estamos hablando de un sistema sanitario absolutamente roto, deshumanizado, gestionado por burócratas que miran cifras pero no ven personas.

Francisco murió porque no pusieron los medios para salvarlo. Porque una ambulancia tardó 45 minutos en llegar. Porque no llevaba ni personal sanitario ni material de urgencia. Porque en urgencias todo era un caos. Porque le sugirieron donar los órganos antes de luchar por su vida. Porque a su padre nadie le ha dado respuesta ni justicia tres años después.

Esto no es una anécdota. Es un crimen silencioso, repetido, disfrazado de “ineficiencia estructural”. Es el precio de los recortes, de la mala gestión, del abandono institucional. Y nadie dimite, nadie responde, nadie asume nada. Sólo padres que entierran hijos sin consuelo.

Mi respeto para Rafael Fernández, pero sobre todo mi denuncia más rotunda a un sistema que deja morir a los nuestros sin pestañear. Que no hable nadie de justicia social mientras esto siga ocurriendo. ¡Basta ya de impunidad!

Esto va por Francisco. Pero también por todos los que mañana pueden estar en su lugar.

Carlos Garcés.
18 de junio de 2025







"SENATOR". Carlos Garcés.

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