"Frank Sinatra, el cantante que le “ganó” dos rounds a Muhammad Ali, si bien no fue en el ring,". De redes.

Hubo un tiempo, no tan lejano, en que el arte, la palabra y la música no se limitaban a entretener, servían para educar, para formar criterio, para defender unos valores que hacían fuerte y libre a una nación. En esa América todavía consciente de su misión, figuras como Frank Sinatra no eran sólo estrellas, eran referentes morales, testigos de un mundo donde la cultura popular no estaba reñida con la verdad, la elegancia ni el coraje. Aquel combate de las dos Américas, tan vivo entonces, resuena aún hoy con más urgencia que nunca.

Recojo aquí un interesante artículo qué encontrado en las redes sociales basado en un escrito publicado por el periodista  Gabriel Cottone.

Carlos Garcés
15 de junio de 2025


“Sinatra y Ali; el combate de las dos Américas opuestas”

Frank Sinatra nunca subió a un ring, pero ganó dos rounds contra Muhammad Ali. No fue con los puños, sino con estilo, símbolos y una cámara de fotos. Esta no es una historia de boxeo, sino de dos Américas enfrentadas. La del swing, los smoking, el Rat Pack y el “I’ve Got You Under My Skin”, frente a la del orgullo racial militante, la irreverencia política y el grito contestatario. Sinatra y Ali nunca se enfrentaron directamente, pero representaron mundos en colisión: el de la elegancia y el orden frente al de la provocación y la ruptura. Y hubo un ganador. Aunque sólo por una noche.

1. Primera campana: Las Vegas, 1965

A Sinatra no le gustaba lo que Cassius Clay se había convertido tras cambiar su nombre a Muhammad Ali. Para él, no era una cuestión de racismo —Frank se jugó el pellejo por los derechos civiles antes que muchos progresistas de salón—, sino de estilo, de códigos. Sinatra despreciaba la verborrea, la insolencia gratuita, el odio de clase y de raza. Por eso, cuando Ali arrebató el título mundial a Sonny Liston y se convirtió en la cara del islamismo negro, “La Voz” vio en él no a un campeón, sino a una amenaza.

Frank no estaba solo. A su lado estaban Joseph “Doc” Stacher y Charles “Babe” Baron, figuras vinculadas a los casinos, a las apuestas y a ese mundo nocturno que él conocía como pocos. En su suite de Las Vegas, Sinatra recibió a Floyd Patterson, el contrincante de Ali en 1965, y le dijo algo tan claro como simbólico: “Tenés que recuperar la corona para Estados Unidos”. La corona no era solo un cinturón; era el alma de un país.

Patterson, aunque afroamericano, era lo opuesto a Ali: moderado, creyente en la integración, amigo de Martin Luther King. Para Ali, eso lo convertía en un “Tío Tom”, un negro domesticado. Pero para Sinatra, era el tipo de hombre que podía tender puentes sin dinamitar los cimientos. En el fondo, Frank defendía una América mestiza, sí, pero armoniosa, no en guerra consigo misma.

Ali ganó el combate y Patterson, además de recibir una paliza en el ring, tuvo que subir después a la suite de Sinatra a pedir disculpas. Frank no le dijo una palabra. Lo ignoró. El silencio más cortante de su carrera. El primer round, simbólicamente, lo ganó Ali.

2. Segunda campana: Nueva York, 1971

Seis años más tarde, Ali volvía a escena. Esta vez contra Joe Frazier, en lo que se promocionó como el “Combate del Siglo”. La guerra de Vietnam, la desobediencia civil, la tensión racial: todo estaba en juego. Pero esta vez, Sinatra iba a jugar con sus propias armas.

No había entradas. Ni siquiera las estrellas de Hollywood podían conseguir una. Sinatra, veterano del espectáculo y del poder, hizo una llamada distinta. No pidió un palco ni un favor. Llamó a la revista Life y les propuso un trato: acreditadme como fotógrafo y os doy otra mirada.

Dicho y hecho. Con una Nikon colgada al cuello, Sinatra —el mismo que había cantado en el Carnegie Hall y paseado por Palm Springs— se paró junto al ring, rodeado de Dustin Hoffman, Woody Allen y Miles Davis, pero más cerca del combate que nadie. Ali perdió. Frazier ganó por decisión unánime. Y la fotografía de la victoria, la que apareció en la portada de Life, no fue de un reportero profesional, sino de Frank Sinatra.

Fue un golpe maestro. Sinatra, sin decir una palabra, se llevó el segundo round. No por haber vencido a Ali con argumentos, sino por haberlo retratado desde su propio terreno: el del arte, la elegancia y el símbolo.

Epílogo: la historia como eco

Ali seguiría luchando. Vencería de nuevo a Frazier. Su figura crecería hasta convertirse en mito. Pero aquella noche de 1971, Sinatra ganó algo más que un crédito fotográfico. Ganó el derecho a decir: “Estuve ahí. Con mi ojo. Con mi estilo. Y con mi mundo”. Porque si Ali fue el rugido de una nueva América, Sinatra fue la melodía que nunca se apagó.

Y en esa batalla de símbolos, de generaciones y de estéticas, Sinatra —el hijo de inmigrantes italianos, el crooner, el caballero— logró, al menos por una noche, tener la última palabra.

O mejor dicho, la última foto."


Combate del siglo: Campeonato del mundo de los pesos pesados entre Mohamed Alí y Joe Frasier:
 



















DOMINIO EUROPEO DE FRANK SINATRA.
"SENATOR". Carlos Garcés.


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