“El Manantial” y la rebelión del individuo; una lección urgente para los españoles de hoy.. Por Carlos Garcés.



En tiempos de mediocridad elevada a virtud y de sumisión disfrazada de sensatez, conviene volver a las obras que nos recuerdan lo esencial. La escena final de El Manantial, varias veces publicada y comentada en mi blog personal "Senator", esa joya cinematográfica con Gary Cooper defendiendo al individuo frente a la masa, es mucho más que cine; es una advertencia.

Hoy, más que nunca, siento la necesidad de volver a compartirla. Porque los españoles necesitamos recuperar la dignidad del que no se arrodilla, la lucidez del que no se deja arrastrar por la corriente.

Aquí va mi reflexión sobre lo que representa esa escena inmortal.

“El Manantial” y la rebelión del individuo, una lección urgente para los españoles de hoy.

Hay escenas en el cine que no se olvidan. No porque tengan explosiones, efectos o lágrimas artificiales, sino porque contienen una verdad desnuda que interpela a la conciencia. Una de ellas es, sin duda, la escena final del tribunal en El Manantial (The Fountainhead, 1949), en la que Howard Roark, interpretado por un sobrio y monumental Gary Cooper, se levanta para pronunciar uno de los monólogos más poderosos de la historia del cine.

En esa escena, Roark, arquitecto visionario, acusado de destruir un edificio que había usado alterado sin su permiso, se defiende sin pedir perdón. No rebaja su voz, no suplica comprensión. Habla con serenidad y firmeza sobre el valor del individuo creador, la dignidad de quien no se doblega, el Derecho inalienable a no traicionarse jamás. Su discurso es una defensa radical del Ser Humano libre, del que no se vende ni se pliega al gusto de la mayoría, del que prefiere el exilio interior o la condena social antes que la prostitución del alma.

Lo que Howard Roark denuncia no es un sistema judicial, ni un complot político. Lo que denuncia, y eso lo convierte en universal y eterno, es el servilismo voluntario de una sociedad que desprecia al genio, que castiga al íntegro, que eleva al mediocre y que exige sumisión como condición para ser aceptado. Denuncia la dictadura de lo “colectivo” cuando se convierte en masa sin criterio, en grupo que anula al individuo y castiga su excelencia.

Y esta escena deberían verla hoy todos los españoles. Porque España atraviesa una etapa oscura, no solo por sus dirigentes ni por sus leyes, sino por la sumisión de la práctica totalidad de su pueblo, que ha olvidado lo que significa ser libre, íntegro, creador. Se ha cambiado la rebeldía por resignación, la dignidad por corrección política, la verdad por consenso. El español medio calla, acata, repite consignas, teme destacar, se acomoda.

Pero Roark, ese personaje que no es más que la personificación de la libertad humana, nos grita, desde el blanco y negro de un tribunal ficticio, una lección moral que vale para hoy.

No se construye nada noble si el precio es la traición a uno mismo. No se puede crear, ni vivir, ni luchar, si el alma está hipotecada a la aprobación de los demás.

Su defensa no es un alegato en favor del egoísmo vulgar, sino de la individualidad soberana, creativa, incorruptible, la que actúa no para agradar, sino para ser fiel a la verdad que habita en lo más profundo de uno mismo. Y esto, hoy, es más revolucionario que nunca.

Cada vez que se traiciona la conciencia para encajar.

Cada vez que se calla ante el abuso por no incomodar.

Cada vez que se oculta la verdad por miedo al juicio del grupo.

Cada vez que se renuncia al deber moral para salvar la apariencia…

el mundo retrocede, el mal avanza, y el alma se corrompe.

El mensaje de El Manantial no es solo cinematográfico. Es ético, cultural y profundamente político. No invita a la violencia, sino a la rebeldía y desobediencia, tantas veces defendida por mi,  del que no se arrodilla. Y eso, hoy más que nunca, es lo que España necesita.

Menos clamor colectivo.

Más conciencia individual.

Menos rebaños obedientes.

Más Howard Roarks de carne y hueso.


Carlos Garcés.
22 de junio de 2025.












"SENATOR". Carlos Garcés.

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