España, el cadáver de una sociedad que en su día fue libre, justa y sana. Por Carlos Garcés.



El cadáver de una sociedad libre, justa y sana.

Cuando una sociedad deja de defender sus principios, comienza su destrucción.

Una sociedad que no combate el mal, que lo tolera, que lo normaliza, que lo justifica o lo banaliza, está podrida desde dentro. Cuando el miedo, la cobardía o la indiferencia se imponen sobre el valor, la dignidad y la verdad, lo que viene después es la ruina moral, espiritual y humana.

Y esa putrefacción nace desde la cúspide y desciende a todos los estamentos sociales.

Como llevo muchos años diciendo, todos los partidos políticos, sin excepción alguna, han traicionado a la ciudadanía. No representan ideas ni principios, sino intereses corruptos e inconfesables y hoy no teniendo bastante con ello se han convertido en criminales y genocidas a sueldo de la AGENDA 2030. Han enterrado la verdad bajo capas de propaganda, han hecho de la mentira una herramienta diaria y han abandonado toda vocación de servicio para entregarse al poder y al cálculo electoral. Da igual el color, la ideología o el discurso; todos han preferido el sillón a la conciencia.

El mundo de la cultura, otro tanto, que debería ser conciencia crítica, es hoy un mercado de aplausos vacíos. Intelectuales vendidos, artistas domesticados, creadores que han sustituido el compromiso por el oportunismo. El arte que no incomoda, que no denuncia, que no señala, no es arte: es entretenimiento anestésico al servicio del sistema genocida.

Las religiones, otros qué tal bailan. Todas sin excepción, han callado donde debían haber hablado rebelándose y desobedeciendo contra el mal.

Han pactado de una forma descarada e indecente con el poder, han dado la espalda al dolor humano, han preferido preservar sus templos y sus puercos y criminales negocios a salvar a las personas y motivarlas para la lucha contra la AGENDA 2030. Han convertido la fe en ritual vacío, la compasión en espectáculo, y a Dios en excusa. Y lo más curioso y obsceno es que todavía se atreven a dar lecciones de moral y de ética a los demás, mientras colaboran, legitiman y aplauden al mismo mal que deberían combatir. Predican virtud, pero conviven con la podredumbre. Hablan de amor, pero bendicen o justifican la injusticia y su pasividad ante ella. Se presentan como guías espirituales, pero no son más que cómplices vestidos de piedad.

Y mientras tanto, la ciudadanía duerme.

Ciega ante el abismo.

Sorda ante la injusticia.

Muda ante la verdad.

Una sociedad zombificada, sin alma, sin memoria, sin coraje. El mal avanza sin resistencia porque nadie lo enfrenta. Porque todos, desde sus cómodas trincheras, han aprendido a convivir con él, a justificarlo, a adaptarse.

El silencio es cómplice. La pasividad es traición. Cada vez que se calla ante el mal, se le da permiso para avanzar. Cada vez que se tolera, se alimenta. Y cada vez que se mira hacia otro lado, se entrega una parte más de nuestra humanidad.

Una sociedad que no defiende, no solo de palabra sino con el movimiento, el primer y más elemental Derecho que tiene el ser Humano, la vida, que la degrada, que la convierte en mercancía o en estorbo, está condenada.

Condenada a pudrirse en su propia cobardía, a ser devorada por lo mismo que toleró.

No hay excusas.

No hay perdón.

El que no lucha contra el mal, lo deja crecer.

Y el que lo deja crecer, lo hereda.

Todo mi desprecio hacia ellos. 


Carlos Garcés.

9 de mayo de 2025.






"SENATOR". Carlos Garcés.

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