LOS HIJOS INGRATOS: Una Reflexión. De redes.



LOS HIJOS INGRATOS: 

Una Reflexión. De redes.

"En el corazón de un barrio tranquilo, vivía Don Luis, un hombre de cabello cano y manos curtidas por el trabajo. Dedicó su vida a criar a sus tres hijos, Pedro, Ana y Carlos, con amor y sacrificio. Les brindó educación, alimento y un techo seguro, soñando con un futuro donde ellos lo cuidarían en su vejez, como muestra de agradecimiento por su entrega incondicional.

Sin embargo, los años trajeron consigo una amarga realidad. Pedro, el mayor, se convirtió en un hombre egoísta y ambicioso, obsesionado con el éxito y la riqueza. Olvidó las enseñanzas de su padre y se alejó de la familia, persiguiendo sus propios intereses sin importar el daño que causaba a su paso.

Ana, la hija mediana, se sumergió en un mundo de superficialidad y frivolidad. Cegada por las apariencias y la búsqueda de la aprobación social, descuidó a sus padres y se avergonzaba de sus humildes orígenes. Las visitas a su hogar se hicieron cada vez más escasas y distantes.

Carlos, el menor, era el único que aún mantenía un contacto cercano con Don Luis. Sin embargo, sus propias luchas por encontrar un lugar en el mundo lo llevaron a tomar decisiones equivocadas, alejándolo del camino recto. La decepción y el dolor se apoderaron del corazón de Don Luis, quien no podía comprender cómo los hijos que había criado con tanto amor podían ser tan ingratos.

Una tarde, mientras observaba la fotografía familiar en su mesa de noche, una ola de tristeza lo invadió. Se preguntaba si había fallado en algo, si su amor y dedicación no habían sido suficientes para cultivar el aprecio y el respeto en sus hijos.

En medio de su desolación, una reflexión profunda surgió en su mente. Se dio cuenta que la gratitud no es un sentimiento que se pueda exigir o esperar, sino que es una semilla que se siembra con acciones desinteresadas y amor incondicional.

Comprendió que la verdadera recompensa de ser padre no reside en el reconocimiento o la gratitud de los hijos, sino en la satisfacción de haber entregado lo mejor de sí mismo para guiarlos y acompañarlos en su camino.

Con el corazón renovado, Don Luis decidió enfocarse en el presente y disfrutar de los pequeños momentos que la vida le ofrecía. Se dedicó a cultivar su propio jardín, a leer libros que siempre había postergado y a compartir tiempo con aquellos que aún valoraban su presencia.

A pesar del dolor que le causaban sus hijos ingratos, Don Luis encontró paz interior al aceptar que no podía controlar sus acciones ni sus sentimientos. Su amor por ellos seguía intacto, pero ahora era un amor libre de expectativas y exigencias.

Su historia nos recuerda que la gratitud es un regalo que no siempre se recibe, pero que nunca debe condicionar nuestro amor y entrega como padres. La verdadera recompensa reside en la satisfacción de haber dado lo mejor de nosotros mismos, sin esperar nada a cambio."






"SENATOR". Carlos Garcés.

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