Transhumanismo, la Muerte de Dios y la Guerra Eterna - Todd Hayen
Parece que la idea del transhumanismo como fuerza principal en esta debacle global actual se deja a menudo en un segundo plano y se considera un concepto demasiado extremo como para tomarlo realmente en serio.
Pero si fuera acorralado y me preguntaran cuáles son, en mi opinión, los tres elementos más significativos y horripilantes de este reto humano del presente, respondería: el transhumanismo (la destrucción de la humanidad como grupo de seres humanos creados de forma natural), el intento de matar a Dios y el despliegue de una guerra eterna en el mundo. El método principal utilizado para lograr todo esto es el colectivismo global.
El ataque que representan estos tres factores se reduce esencialmente a la misma lucha fundamental: el bien frente al mal. El bien se define como la creación de Dios (y si no crees en Dios, puedes decir «la creación de la naturaleza») y el mal se define como la aniquilación de la creación de Dios (o de la creación de la naturaleza).
Las tres cuestiones enunciadas en el título de este artículo son actividades profundamente humanas y todas ellas se disfrazan de algún elemento necesario para sostener la «buena» vida. Lo cual no puede ser más irónico.
El transhumanismo se disfraza de progreso tecnológico con el ánimo de mantener una vida sin sufrimiento y prolongarla todo lo posible, mejorando una creación fundamentalmente defectuosa. La muerte de Dios (por supuesto, nadie ni nada puede «matar» a Dios, pero ya me entiendes) es necesaria para la autoconservación (la vida física).
Dios nos limita, o eso dicen, y es inhumano estar en deuda con cualquier tipo de entidad poderosa (suponiendo que Dios se ajuste realmente a esa definición limitada). Así que está claro que Dios (o el concepto de Dios) debe ser destruido si el hombre va a ocupar su lugar creando avances médicos para evitar lo que más teme el ser humano material: la muerte.
La destrucción de Dios crea al mismo tiempo la noción de que la vida física es el fin de la existencia y que, sin Dios, somos libres de ser Dios y crear una tecnología que sepa cómo mantener la vida mejor de lo que Dios lo hizo o lo hará jamás.
La guerra eterna es más un tecnicismo actual que una necesidad filosófica. En la actualidad, la guerra es necesaria para mantener vivo el miedo a la muerte, que es necesario para mantener en marcha el engranaje tecno-médico, que es necesario para mantener viva la desesperación por la vida eterna y la «seguridad» física.
La guerra puede consistir en una variedad de cosas, puede ser el tipo tradicional de guerra en la que hombres y mujeres corren por campos abiertos y reciben disparos o explotan de varias maneras, o puede ser la guerra de la enfermedad a través de pandemias, cánceres, venenos que una persona come, bebe, se inyecta o respira. La guerra de este tipo crea miedos, que crean esfuerzos para mantenerse vivo y seguro, lo que crea la conformidad con el Orden Mundial que está al mando.
¿Ves lo bien que funciona todo esto?
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