El poder odia la propiedad privada. Por Counterpropaganda.



El poder odia la propiedad privada


Los sistemas liberales occidentales han protegido el derecho a la propiedad privada (que es un valor político, antes que económico) en la medida en que podía garantizar los privilegios y la explotación de los débiles, pero cuando la fractura social llega a ser tal que casi toda la riqueza se canaliza hacia las arcas de una élite muy reducida y la pobreza está llamada a convertirse en el mínimo común denominador de todo el tejido social, entonces hay que abolir la propiedad privada como norma y sancionarla como excepción, para blindar los privilegios de unos pocos y la dependencia de muchos.

La propiedad privada es sinónimo de autonomía y libertad. Su arquetipo es un bastión sólido defendido con las armas, o una frontera que hay que proteger para la seguridad de un pueblo.

La propiedad privada es, en la experiencia común, un hogar donde se custodia la familia y se transmiten la memoria y los valores; unos ahorros que garantizan un proyecto y un futuro; un vehículo que permite desplazarse adonde se quiera cuando se quiera.

También un pensamiento propio, independiente, un placer que sólo nosotros conocemos, una emoción o un recuerdo que no deseamos compartir.

El poder odia cada margen de autonomía, cada cono de sombra, cada momento del que no puede apropiarse.

Por eso multiplica los puntos de observación, construye diafragmas tecnológicos entre el súbdito y el mundo para convertirse en sus ojos, sugiere lecturas e interpretaciones de la realidad disuadiendo los puntos de vista que no son funcionales al sistema.

Desea, en definitiva, la dependencia y el control total, pero para hacerlo definitivamente debe derribar el bastión y traspasar la frontera.

Defender, custodiar, transmitir.

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