Sobre el pensamiento libre.



Muchos por ahí quieren pensadores libres siempre que expresen sus pensamientos. Si no es así, se molestan y buscan inmediatamente otros puntos de referencia temporales que les digan lo que quieren oír. Convencidos una y otra vez de que todavía tienen una mente abierta. Pero en realidad no funciona así.


Pues, en la base del pensamiento libre - al menos en lo que me concierne - está el hecho de decir lo que uno piensa sin pelos en la lengua y, sobre todo, sin preocuparse por complacer a su público, sin razonar sobre las consecuencias negativas que podría tener exponer su punto de vista. Incluso si es radical, extremo, políticamente incorrecto, herético o provocador.
Y todo ello sin homologarse, sin seguir a las masas, a las modas o incluso a los dogmas y líneas de pensamiento único que periódicamente proponen las instituciones, los medios de comunicación, ect.

A un pensador libre le importa poco si lo que dice le hace impopular porque no le interesa el consenso ni la popularidad. Se nutre de otras cosas que no tienen nada que ver con la aprobación de los demás. Si lo que dice es compartido y apreciado, bien, pero desde luego no es imprescindible y cuando no lo es, paciencia. Es un problema que no le concierne. 

Así que si decides seguir, escuchar, leer o tener en cuenta, poco o mucho, a alguien que practica el pensamiento libre, es fundamental que tengas en cuenta desde el principio que también puedes recibir de él mensajes incómodos, desagradables o no acordes con tus ideas. Por otro lado, el mundo está lleno de influencers, creadores de contenidos, periodistas y escribas varios dispuestos a darte exactamente lo que quieres: síguelos sin dudar y dormirás más tranquilo.

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