13 DE NOVIEMBRE DE 2019
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Alberto Asarta se ha convertido en
el último, de momento, general de Vox en entrar en el Congreso de los
Diputados, pero no es el único militar, pues han conseguido el acta
parlamentaria Carlos Hugo Fernández-Roca, excapitán y candidato por Almería –en
las anteriores elecciones lo fue por Segovia–, y dos militares en la reserva,
Rubén Manso Olivar por Málaga y Luis Gestoso de Miguel por Murcia. Todos ellos
formarán comando de seis militares –más del 10% de los parlamentarios
ultraderechistas– con los dos generales que ya habían entrado en el Congreso de
los Diputados en las anteriores elecciones: Manuel Mestre –sancionado por usar
un avión con 23 camareros para fiestas cuando era militar y acusado de plagios
en trabajos militares y parlamentarios– y Agustín Rosety –firmante del
manifiesto a favor de la figura de Franco promovido el verano de 2018–.
Si la figura de los otros dos
máximos exponentes militares de la formación ultraderechista no son
precisamente inmaculadas, el caso del general de división Alberto Asarta es
todavía más controvertido, ya que en este caso no hablamos de plagios o
debilidades franquistas, sino de torturas, confesiones de terribles episodios y
acusaciones de negligencia y cobardía.
Torturas
en Irak
Uno de los episodios más oscuros de
la carrera militar del general Asarta se produjo durante la participación
española en la segunda guerra de Irak, en 2004, cuando varios militares
españoles torturaron a dos prisioneros iraquíes. Después de la publicación de
un vídeo en El País, en el que se
puede comprobar la paliza que recibieron los prisioneros, el caso quedó cerrado
de forma bastante incomprensible.
ASARTA, COMO FULGENCIO COLL, ERA RESPONSABLE DE LO
QUE SUCEDIÓ EN IRAK, DE LAS SUPUESTAS TORTURAS QUE SUS PROPIOS MILITARES
PERPETRARON, Y HOY AMBOS MILITAN EN LA FORMACIÓN ULTRADERECHISTA ESPAÑOLA
Por un lado, hasta siete mandos
llegaron a presionar al principal testigo, el legionario que grabó con el móvil
lo ocurrido. Al final se retractó de su testimonio, no sin polémica. En primer
lugar, un capitán incluso le retuvo antes de testificar durante más de dos
horas e intentó que cambiara de abogado provocando un incidente mayúsculo en el
juzgado militar. En segundo lugar, el juzgado consideró inicialmente
que como no se sabía si los detenidos eran terroristas o no, estos no estaban
sujetos a una convención que garantizara sus derechos humanos –a la americana:
si eres terrorista no tienes derechos–, por lo que, basándose en la doctrina de
Bush en Guantánamo, revocó los procesamientos. Finalmente, Amnistía
Internacional protestó por la
forma en la que el caso quedó cerrado.
Alberto Asarta, como Fulgencio Coll,
era responsable de lo que sucedió en Irak, de las supuestas torturas que sus
propios militares perpetraron, y hoy ambos militan en la formación
ultraderechista española –Fulgencio Coll fue elegido concejal en Palma de
Mallorca–.
Acusaciones de negligencia y cobardía
En las acusaciones de lo ocurrido en
Irak hay mucho más que torturas. Aunque el propio Alberto Asarta intentó
recientemente defenderse de las mismas –entrevista de abril
de 2017–, sus argumentos no parecen muy sólidos –recomiendo la novela Aunque caminen por el valle
de la muerte, de Álvaro Colomer, basada en más de 200 entrevistas–.
EN LAS ACUSACIONES DE LO OCURRIDO EN IRAK HAY MUCHO
MÁS QUE TORTURAS. AUNQUE EL PROPIO ALBERTO ASARTA INTENTÓ RECIENTEMENTE
DEFENDERSE DE LAS MISMAS, SUS ARGUMENTOS NO PARECEN MUY SÓLIDOS
Durante la batalla del 4 de abril,
quizá la más importante de la historia reciente de España, varias fuentes
apuntan: 1) que algunas ametralladoras de blindados no funcionaban; 2) que se
llegó a estar en situación de escasez de munición; 3) que los militares
españoles no quisieron combatir, por lo que fueron insultados; 4) que se pudo
haber disparado contra civiles no armados –menores que ayudaban a municionar
armas–; y 5) que los contratistas Blackwater –una docena– bajo mando español
pudieron haber cometido excesos.
Ante estas acusaciones, Alberto
Asarta respondió culpando a Paul Bremer, del Gobierno Provisional de la
Coalición (CPA), pero admitió que fracasó en su obligación de controlar a los
agentes de seguridad privada Blackwater bajo su mando –“sus actuaciones fueron
casi siempre desproporcionadas”–, lo que no le deja, desde luego, en muy buen
lugar. Además, el propio general asevera que estos le robaron munición y varios
lanzagranadas, lo que le convierte como mínimo en negligente –¡un general al
que le roba munición una docena de contratistas en su propia base!–.
Confesiones
de terribles episodios
Uno de los últimos episodios
conocidos, porque muy probablemente existan otros desconocidos o que no se
pueden difundir por distintos motivos, lo protagonizó un exmilitar que al
regresar de Irak confesó que,
durante su estancia, que coincide con el mando de Alberto Asarta y Fulgencio
Coll, disparó “a dar” , junto a otro militar, contra una boda en la que
había civiles. No es que estos hubieran disparado antes contra ellos, sino que
unas ráfagas perdidas cayeron sobre ellos y estos, en lugar de protegerse como
deberían haber hecho –no representaban una amenaza–, abrieron fuego “a dar”
incumpliendo con ello numerosas normativas.
“Era una boda. Y ya se sabe cómo es
una boda allí [Irak], o por lo menos cómo era hace 13 años [en 2003]. Los
invitados se pusieron a celebrar disparando al aire sus AK-47 y varias ráfagas
fueron a parar a nuestro puesto. Mi compañero y yo nos miramos y abrimos fuego.
Y, claro, yo tiré a dar”.
En cualquier otro país, semejantes
revelaciones habrían provocado la apertura de la correspondiente investigación,
no así en España. En lugar de ello, el exmilitar participó primero en un programa con Risto
Mejide y la ministra en funciones de Defensa, Margarita Robles, y después fue
recibido por esta, aun conociendo de su confesión. En cualquier otro país
avanzado del mundo, Fulgencio Coll y Alberto Asarta habrían sido, al menos,
investigados por su mando en Irak y, sin embargo, en la actualidad uno es
concejal y el otro es diputado de la formación ultraderechista.
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