FRANCO Y LOS PARTIDOS POLÍTICOS.



Textos:.
 Franco y los partidos políticos   

Dossier Mundo.     Página: 33-38. Páginas: 5. Párrafos: 29.
MAYO-JUNIO 1971
Textos:

Franco y los partidos políticos
Análisis histórico
«La vida de la nación española ha sido tan intensa y pródiga en acontecimientos que vale la
pena el que, aunque sea ligeramente, recordemos los frutos que recogió España bajo el
sistema liberal parlamentario de partidos políticos desde las Cortes de Cádiz, que elaboraron
aquella Constitución inspirada en las ideas de la Revolución francesa, hasta el advenimiento
del Movimiento Nacional (Cortes Españolas, 1946).
«Si a los regímenes políticos hemos de juzgarlos por sus frutos y con la serenidad que nos dan
los años transcurridos hacemos balance, ya no de lo alcanzado, sino de lo que bajo el signo de
la democracia liberal hemos perdido, llegamos a la conclusión que no podría concebirse un
sistema más dañino para los intereses de la Patria y para el bienestar y el progreso de los
españoles que el que hasta nuestro Movimiento padecimos. No es necesario en esto
descender al detalle de hechos tan tristes y calamitosos.» (Cortes Españolas, 1955.)
«El retraso que en orden al progreso nos venía causando la lucha de clases y de los partidos
políticos es verdaderamente desconocido fuera de nuestra nación; sólo los que han vivido en
ella los años anteriores a nuestro Movimiento libertador pueden darse cuenta del progreso
efectivo alcanzado en todos los aspectos, ya sea este religioso, cultural, agrícola, industrial o
social. Todo ello en nuestra Nación se encuentra en franca marcha progresiva y su detalle
haría esta relación interminable.» (Declaraciones a «Noticias Católicas» de Washington, 1957.)
Ineficacia de los partidos
«Si fueron tantos los sacrificios que nuestra Nación necesitó para que la Patria se salvase, no
podía abandonársela de nuevo a aquellos viejos sistemas que la venían aniquilando. Y ningún
camino más fácil ni más recto, para este primero y básico objetivo, que la desaparición del
anárquico sistema liberal, cuya consecuencia insoslayable e inevitable es la atomización del
cuerpo social y su sustitución por un sistema de organización político-social basado y
estructurado sobre las unidades o entidades naturales de convivencia.»
«No son las unidades nacionales fragmentadas, atomizadas, artificialmente montadas y en el
fondo disgregadas, las que pueden unirse en una superior y más alta unidad. Los partidos
políticos son entre sí dispares, beligerantes frente a lo común, mientras que la familia, el
Municipio y los Sindicatos, dentro de las modalidades propias de cada pueblo, tienen
denominador común; sus fines naturales siempre y en todas partes son los mismos.»
«Cada día se acusa con mayor claridad en el mundo la ineficacia y el contrasentido de la
democracia inorgánica formalista, que engendra en sus mismas entrañas una permanente
guerra fría dentro del propio país; que divide y enfrenta a los ciudadanos de una misma
comunidad; que inevitablemente alimenta los gérmenes que más tarde o temprano
desencadenan la lucha de clases; que encienden la unidad nacional al disgregar en facciones
beligerantes unas partes de la Nación contra las otras; que mecánica y fatalmente provocan
con ritmo periódico la colisión entre las organizaciones que se dicen cauces y mecanismos de
representación pública; que en lugar de constituir un sistema de frenos morales y de auxiliares
colaboradores del Gobierno, alimentan la posibilidad de socavar impunemente el principio de
autoridad y orden social.» (Mensaje de fin de año, 1959.)
El Movimiento y los partidos políticos
«Yerran los que maliciosamente pretenden considerarnos como un partido, cuando
constituimos un auténtico Movimiento Nacional en constante marcha y perfeccionamiento, que
no se anquilosa en la rigidez cadavérica de los partidos. Movimiento que marcha con sus
banderas desplegadas paralelamente a las necesidades de la Nación.» (Discurso
conmemorativo de la Victoria, 1949.)
«Se equivocan los que hablan algunas veces del partido. Nosotros no tenemos partido.
Nosotros somos un movimiento, como el Tradicionalista y la Falange no quisieron ser nunca
partidos, aunque para la lucha aparecieran como tales; somos un Movimiento que hemos
cogido de todos los ideales españoles y de nuestras tradiciones aquellos que nos es común,
aquello que nos une y no lo que nos divide. Y sobre ello hemos levantado nuestro Movimiento;
un Movimiento que no es hermético ni tiene escalafones; un Movimiento abierto a todos los
españoles de buena fe que quieran militar en el servicio político de la Nación. No negamos a
nadie un puesto, abrimos los brazos a todos y sentimos dolor cuando algunos equivocados o
apegados a viejos errores permanecen en casa y no prestan su brazo e inteligencia al esfuerzo
común de levantar a España.» (Pamplona, 1952.)
«Sabéis que la Falange es un Movimiento, que no es un partido, y que por ser un Movimiento al
servicio de la Patria aspira a la unidad de los hombres y de las tierras de España. No
constituimos una organización hermética; somos una comunidad en espíritu de servicio, con las
puertas abiertas a la colaboración de los españoles, con los corazones dispuestos a acoger en
ella todas las inquietudes de la Patria, todas las ansias de nuestros hermanos, los anhelos de
los que sufren y de los que padecen hambre o sed de justicia. Somos la proyección en el
tiempo de una revolución; no de una revolución que pasa, sino de una revolución que perdura y
que marcha. Para que esta revolución no pueda malograrse y pueda llenar nuestra misión,
tenemos que mantener siempre el espíritu tenso y ser lo que con frase feliz concibió José
Antonio: "Mitad monje y mitad soldados". Y esto no quiere decir el vestirnos con un uniforme o
un ropaje determinado, sino que hay que tener la sobriedad y la renunciación del monje y la
disciplina y las virtudes del Movimiento.» (Juramento de los nuevos Consejeros Nacionales,
1955.) «Un Movimiento no puede estancarse ni detenerse; ha de estar en periódica renovación.
Una política nacional que merezca este nombre necesita mirar el futuro, señalarse metas
ambiciosas y movilizar los medios todos para alcanzarlas. Un Movimiento ha de propugnar y
esforzarse sin descanso porque se realicen, hasta el extremo límite que las circunstancias y los
medios disponibles prudentemente permitan, cuantas disposiciones estén contenidas en su
entendimiento del bien y el perfeccionamiento de la persona y de la sociedad. Aquí radica, en
última instancia, la diferencia sustancial entre partido y Movimiento, entre adscripción a un
programa y la fe operante ordenada a un quehacer nacional, entré una etiqueta política y un
modo de ser y actuar.» (Mensaje de fin de año, 1958.)
Los partidos y las «organizaciones naturales»
«Se confunde fuera de España la política nacional de unidad con la que llaman de partido
único. Si la política de partidos llevó a España en un siglo a tres guerras civiles y al estado
gravísimo de que la sacamos, es natural que busque sus soluciones políticas por otros cauces
fuera de lo artificioso de los partidos, que nosotros hemos conducido por el camino tradicional
de las organizaciones naturales de la Familia, el Municipio y el Sindicato. Con ello hemos
superado los años más difíciles de nuestra vida: hemos liquidado una guerra interna, nos
hemos librado de una guerra universal, hemos alcanzado veinte años de paz ininterrumpida.
Sin apenas medios hemos hecho resurgir a la nación y creado unas ilusiones y un espíritu de
resurgimiento. Y hemos elevado considerablemente el nivel de vida de la nación. Como usted
comprenderá, nos va demasiado bien para pensar en un suicidio colectivo.»
«Por otra parte, no es imperativo de la democracia que ésta haya de practicarse a través de los
partidos artificiales tipo siglo pasado. Lo que a unos pueblos puede irles bien, a otros, como
nosotros, está demostrado nos era fatal.»
«Suele en las grandes crisis políticas de las naciones acudirse a los tópicos de los Gobiernos
dé unión nacional, en que se pretende unir temporalmente a las cabezas, dejando divorciados
los cuerpos. Y así sale ello. Nosotros somos más sinceros: unimos los cuerpos en lo que nos
es común para poder marchar más lejos bajo una dirección y una cabeza.» (Declaraciones a
«Excelsior», de Méjico, en mayo de 1959.)
«No constituye el Movimiento un partido; el Movimiento es obra de todos los españoles que
quieran engrandecer a su Patria.» (Discurso pronunciado en Orense en septiembre de 1961.)
La redención de los partidos
«El que alejándonos de los partidos políticos, de historia tan triste y de balance tan catastrófico,
hayamos buscado la asistencia a las funciones públicas a través de las organizaciones
naturales constituidas por la Familia, el Sindicato y el Municipio, en que el hombre se
desenvuelve, como Su Santidad nos recordaba en su último mensaje, nos permitió redimirnos
de tan desdichado y artificial engendro de los partidos, tan estrechamente unidos a las
desgracias de nuestra Nación.»
«Si comprobamos lo que bajo el signo de la democracia inorgánica con regímenes de partidos
perdimos y lo que bajo la unidad y el sistema orgánico alcanzamos, comprobaremos sus
respectivas virtualidades. Bajo la primera, España pasó del cénit de su gloria, bienestar y
poderío al puesto más bajo de su historia y al trance de fragmentarse. En cambio, bajo el signo
de la segunda vencimos al comunismo internacional que en los campos de España se dio cita,
alcanzando la victoria en nuestra guerra de liberación. Cuando todos nos cantaban funerales
considerándonos desangrados y arruinados, levantamos la Patria con nuestro propio esfuerzo.
Resistimos las presiones y amenazas de la guerra universal en nuestras fronteras. Deshicimos
las invasiones terroristas que los agentes comunistas infiltraron en nuestras serranías,
liberándolas de forajidos. Triunfamos sobre la conjura internacional más grave que nación
alguna haya resistido. Restauramos nuestra economía y transformamos nuestra Nación a un
ritmo y en una escala jamás conocida en nuestra Patria, y logramos que el ser español sea
algo que en el mundo se admire y se respete.» (Mensaje de fin de año, 1955.)
Las organizaciones naturales
«El hombre sólo puede ser eficaz e intervenir en las tareas del Estado a través de sus
organismos naturales, a través de la familia: el que crea una familia, el que la mantiene y
preside, es el que debe llevar la voz, y no los que de él dependen. A través del Municipio, como
asociación primaria que vive y conoce; por medio del Sindicato en que se encuadra, conoce a
los que trabajan en él y sus intereses y necesidades. A través de esos Ayuntamientos y
Sindicatos intervienen los hombres en la vida de España, pero no con aquella democracia falsa
y explotadora que hoy pedía el voto para engañarnos mañana. Esa democracia la
repudiamos.» (Discurso pronunciado en Huelva en abril de 1956.)
«Nosotros, a la democracia inorgánica le oponemos una democracia orgánica, en que los
hombres discurren a través de sus cauces naturales, de la familia, del Municipio y del Sindicato,
y queremos que lo mismo los Municipios que los Sindicatos cumplan su misión y sean el medio
por donde pueda llegar la voluntad del pueblo a las altas esferas del Estado.» (Discurso en
Valdelacalzada, Badajoz, octubre 1956.)
«El progreso del derecho político no está en violentar la natural constitución orgánica de la
sociedad, sino en habilitar condiciones jurídicas y procedimientos adecuados al desarrollo y
proyección activa de los órganos naturales de convivencia en cuantas áreas de la vida
española sea conveniente. La participación del pueblo en la gestión de la "res pública" es,
además de un derecho, una obligación al mismo tiempo que una exigencia natural de la
sociedad, y bien sabido es que todo derecho natural y toda exigencia de la naturaleza dispone
de sus medios naturales para el ejercicio de ese derecho y la satisfacción de esa exigencia.»
(Mensaje de fin de año, 1959.)
El diálogo democrático
«La política no existe sin el diálogo. El diálogo es la base de la política. Podrán tener unos
hombres la responsabilidad de Gobierno, pero su política estará siempre vacía si no existe el
diálogo; pero no el diálogo anárquico, no el artificioso de los partidos políticos suplantador de
las verdaderas estructuras nacionales, sino el diálogo directo con los representantes directos
de estas propias estructuras.» (Congreso Sindical de 1961 en Madrid.)
Libertad de opiniones
«Repudiar el sistema de partidos por lo que tiene de disgregante y envilecedor no es
desconocer la diversidad de opiniones; sino hacer que se expresen por sus legítimos cauces
representativos en vez de enfrentarse de modo irreductible. Queremos libertad de opiniones;
pero no al servicio del antagonismo permanente de los partidos, sino libertad para
llegar a un entendimiento-solución. La razón de ser de los partidos políticos estriba justamente
en lo que divide, no en lo que une. Nosotros, en vez de hacer crónicas las discordias,
buscamos la unidad dentro de la libertad responsable y de la crítica fundamentada y solvente.»
(Discurso ante las Cortes españolas, Madrid 1961.)
Los partidos, uniones artificiales
«Ha sido en nosotros una imperiosa necesidad la que nos empujaba a la crítica y al análisis de
los puntos débiles de la filosofía política dominante entre los pueblos occidentales en que nos
encontramos. A la democracia inorgánica que ellos practican, España opone la orgánica y
representativa, entre las que la diferencia principal estriba en que si en las primeras la
representación se obtiene a través de las organizaciones artificiales de los partidos políticos, en
la segunda lo es a través de los organismos naturales en que el hombre se encuadra.»
(Discurso pronunciado en Burgos en 1961.)
«De todos es sabido cómo se realizaban las elecciones, cómo se fraguaban los partidos
políticos, cómo se arrastraban a los electores para conseguir su voto. Unas veces se explotaba
la espiritualidad, pidiéndole a la Iglesia influencia para obtener sus votos ; otras acudían a los
empresarios y patronos, para, a través de la fuerza, del mando y del dinero, coaccionar a los
electores. mientras otras explotaban las pasiones de los trabajadores a través de las
organizaciones sindicales, para pedirles sus votos, comprando a sus primates para que no
votasen y obtener una ventaja en la elección.» (Discurso ante el II Congreso Nacional Sindical,
Madrid 1962.)
«Todos hemos conocido, especialmente los que ya somos viejos, la ficción de los partidos
políticos, en los que la relación entre representantes y representados se limita a la elección
entre varios nombres que los comités de los partidos les presentan, y que en la casi totalidad
de los casos los electores desconocían; pero una vez lograda la investidura obraban a su
antojo, sin tener en cuenta los intereses y la voluntad de los votantes. A ello oponemos
nosotros nuestra democracia orgánica, en la que la representación se hace a través de la
familia, del municipio y del sindicato, en los que el hombre vive y se encuadra, y en la que los
elegidos mantienen vivo el vínculo con la asociación que les designó, sin que puedan traicionar
los legítimos y homogéneos intereses de los representados; pero aún con ser esto tan sincero,
no nos basta para satisfacer las verdaderas esencias de una democracia. Consideramos
necesario que la democracia sea cosa viva, que todos participen en la cosa pública, y de aquí
esos periódicos congresos económico-sindicales provinciales en que en consejo abierto se
debaten los problemas de la provincia y donde las aspiraciones encuentran un cauce para su
elevación directa a los poderes públicos, que, recogidas más tarde por el Gobierno, se vienen
convirtiendo en proyectos de ley.»
«Y aún tenemos más: existe en nuestra legislación básica la institución del referéndum, por la
cual han sido sometidas a la aprobación del país sus leyes fundamentales y le son sometidas
las demás leyes de reconocida trascendencia.» (Discurso pronunciado en Valencia en junio de
1962.)
Repulsa a la democracia inorgánica
«Como veis, es enteramente torpe e inútil que se pretenda coaccionarnos fuera e invitarnos
con uno u otro pretexto, generalmente con intención malévola, a adoptar determinados
patrones institucionales típicos de la democracia individualista e inorgánica.»
«A este respecto, es justo recordar la repulsa que el pueblo español sintió siempre hacia la
democracia inorgánica de los partidos políticos, puesta de relieve en diversas ocasiones a
través de su historia. No tenemos más que recordar el entusiasmo popular con que en los
tiempos modernos fue acogida la Dictadura del general Primo de Rivera, y lo que sucedió a los
pocos años de implantada la República, que hubo de culminar en el Movimiento Nacional. No
era que el pueblo español rechazase los principios democráticos, enraizados en su ser siglos
antes de que otras naciones los practicasen; sino que era la repulsa, el asco y el desprecio que
le producían el ver sepultada su voluntad por la tiranía de los partidos políticos predominantes.
Era justo el pronunciamiento de los españoles ante aquel sistema de democracia, que iba unido
a todo nuestro triste pasado; que había suplantado todos los principios de participación popular
en el poder político y cuyos gravísimos resultados tenía a la vista.» (Discurso ante el Consejo
Nacional en 1963.)
La participación familiar, municipal y sindical
«Todos los españoles participarán en el Estado a través del desempeño de sus funciones
municipales y sindicales, pero no participarán como representantes de partidos políticos,
porque hemos abolido implacablemente el viejo sistema parlamentario de múltiples partidos
políticos con sus males conocidos: sufragio inorgánico y lucha entre los grupos enemigos.»
(Declaraciones al «The New York Times Magazine», realizadas en diciembre de 1937.)
«Un tercer sistema, que es el que nace de la moral cristiana, de la historia y tradición de los
pueblos, o sea el régimen que nosotros hemos establecido. En él desaparece el Estado
indiferente ante las luchas de los hombres, en él desaparece la opresión y la explotación del
hombre por el hombre; el Estado organiza la sociedad con sus instituciones naturales; el
Estado encuadra a los españoles en las instituciones clásicas y seculares: los Municipios, que
nos dejaron los romanos y que sobreviven después de veintiséis siglos como institución natural
y asociación lógica de los hombres; la familia, que constituye la organización humana y primera
del individuo, y, por último, el sindicato, que en este mundo de complejidad de industrias y de
intereses, es el que asocia a los españoles en un interés común.» (Discurso pronunciado en
Huelva en 1943.)


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